jueves, 23 de julio de 2009

Tiempos de elegir. Es el voto que el alma pronuncia






Ya en su tiempo, Aristóteles considera al ser humano como un ser naturalmente político. La idea que nos proponemos hoy compartir en este sui generis espacio de diálogo, que sería a la técnica , un ejercicio de extrañamiento , un intentar hacer exótico, o sea extraño, sucesos que normalmente visualizamos y percibimos como cotidianos y familiares a nosotros.


En lo específico del tema de nuestro interés , haremos el intento de enfocar la mirada antropológica en ese espacio del pasado reciente donde encontraremos intereses básicos al homo sapiens, al intento de normatizar su vida social organizándose políticamente y designando sus jefes . Lo intentaremos desde los instrumentos que nos aporta la Antropología Social al momento de abrir diálogo con su objeto de estudio, cuando desde su preocupación científica nos observa a nos(Otros) . Además , compartiendo el decir de algunas voces prestigiosas de la disciplina, que en tono sostenido, nos seducen con la idea de explorar no solamente el mirar antropológico , también buscaremos en la antropología de la mirada como forma de completar el riesgoso proceso de conocernos y reconocernos .

Específicamente es a la Antropología Política , rama especialísima, que toma como objeto de su curiosidad el fenómeno político a la cual convocaremos y dentro de la cual enmarcaremos el intento de nuestro tema.

Son desde estos parámetros que trataremos pausar tiempos en la reflexión acerca del suceso político reciente que movilizó el Uruguay y su gente :

Las Elecciones Internas de los Partidos Políticos .

Es decir, trataremos de escudriñar nuestro cotidiano uruguayo, muy alborotado en la algarabía de los tiempos electorales , enriquecidos y afanosos tiempos políticos dedicados a la contrucción de grandes hombres, big-man o líderes políticos que desde siempre, en toda cultura, son aquellos que aspiran a ser elegidos , y ejercer por lo tanto gobierno y poder. En uno u otro órden, que no necesariamente lo mismo.

Poner la mirada antropológica en nuestra realidad, es acercarse peligrosamente a una especie de Antropología de lo próximo , allí donde estamos inmersos en el objeto de estudio, del cual somos arte y parte, profundos al interior del espacio social que auscultamos, no es tarea fácil de hacer sin sofocarse, al intento se tratará de sostenerse y sobrellevar toda posibilidad de asfixia, desde la rigurosidad epistemológica y un severo marco de método , tratando de transformar en una ventaja. la servidumbre de antropologizar la propia casa.

Miraremos, claro que desde este mínimo, las instituciones y prácticas que se edifican desde lugares de poder y tienen capacidad instalada de asegurar el ejercicio de reproducción del mismo ; también es una invitación a mirar el mundo extraordinario de símbolos, rituales y ceremonias , que sin importar modelos diversos, al interior de cada configuración cultural y social los grupos humanos adoptan .

Intentaremos exotizar este desorden de nuestra cotidianidad, este impacto en la rutina social de nuestras vidas en donde el suceso político, la puesta en escena de líderes de la comunidad convocando voluntades, pidiendo el poder , periódicamente nos sacude y vuelca en la comunidad tanta energía y con tanta fuerza, que pensamos deja al imaginario colectivo indeciso, incierto, vulnerable y exhausto . Mucha más veces rendido que convencido a los pies del triunfador.


La cultura occidental , ideológicamente fuerte y severa en su raíz de gente de blanca piel y dioses cristianos , construye desde tiempos ha , roles ganadores y roles perdedores. Don William Shaspeakeare, que de los coqueteos y juegos humanos con el poder algo nos avisó y mucho nos mandó decir a través de los tiempos, supo intuir y ver, que el complejo y exuberante espacio social donde los hombres ponen sus necesidades, no importa a que medida o calidad , es en lo cotidiano , un gran escenario de un inmenso teatro.

En este evento del cual a cualquier título , aún en la omisión de toda acción, hemos participado , que tiene como único fin elegir los aspirantes a liderar nuestra comunidad, hace básicamente en su puesta en escena, a una teatralizada exhibición de personajes . Seductores y prometedores. Así penetran nuestros espacios domésticos y privados, sea a través de la imagen o a través de la palabra, y así se nos ofrecen. Es única su oferta. Bienestar y futuro. Traen - en préstamo de Pandora - la esperanza y ofrecen todos sus esfuerzos en regresarle a la diosa para su encierro eterno, todas las miserias y males.


Asi también expropian nuestro espacio público y nos acostumbramos a viajar y movilizarnos por un paisaje en donde nos esperan y sorprenden en cada uno de nuestros movimientos, con imágenes policromas , que , cual espejos , nos enfrentan a la sucesión infinita de sonrisas y seductoras miradas todas buenas, colgando en lo alto . Allá arriba , mirando siempre un más allá distante y esperanzador. O simplemente mirando el cielo. O el horizonte. Que de una manera u otra todos significamos como lo mismo. También apuntemos al pasar, que a un modo u otro, -tarea de varias disciplinas establecerlo- lo político siempre viaja rodeado de cierto monto de sacralidad. Explícito o discreto, allí está lo sagrado. También lo animista. En clave de pasado, conjugado a presente o ofrecido acompañando la esplendidez de futuro. Está. La semiótica también tiene su oportunidad en estos tiempos de política, devenida en fantástica fiesta zafral pletórica de signos.

Nos traen, en un “había una vez…” una estela de personajes míticos, heroicos, épicos, mortales al fin , muertos ya. Finados que reviven con lustre y mucho brillo, muertes calificadas, que vuelven y participan activamente y en forma fuerte y explícita en el mensaje que se nos envía y recibimos. Aquellos ancestros nuestros son la medida con la cual medir nuestros aspirantes. Podemos compartir y disfrutar la fiesta con los muertos, que nos llegan en voz revivida , en imagen resucitada, desde un impresionante oficio litúrgico conmovedor.


Tenemos un fuerte diálogo animista con todos ellos, extraño a la razón, todo agnoticismo huye y desaparece, en una forma u otra claudica en estos tiempos de elegir, todo intento de racionalizar en profundidad. También esto es extraordinario que no extraño.

Los candidatos allá en sus estrados altos, contra el cielo, en trance, alucinan y la muchedumbre copia el delirio y festeja. Ellos representan detrás de sus máscaras , inteligibles y legítimas desde que no se las cuestiona, el rol asignado y hacen lectura prolija del discurso esperado desde las circunstancias en que hemos aceptado su condición de personajes para la ocasión. Y también para la obra.

Los distintos competidores se mueven a través de todo el territorio, provocando fuertes sucesos mediáticos, ya pensados y pre-vistos en formato teve . Toda y cualquier actividad por mínima que esta pueda parecer, pasa predeterminada y concebida así, a convertirse en voz e imagen para su multiplicación infinita en los medios.

Melancólica, la plaza del poblado, espacio ceremonial de todos los tiempos, antigua anfitriona prestigiosa, sombreada por los solemnes edificios habitación de los poderes, los del cuerpo y los del alma, todos con cierto agobio, todos con su vieja carga plena de simbolísmos , está en el hoy casi siempre vacía. La ceremonia se piensa en términos de rating , telegenia y teleaudiencia, excitantes nuevos términos del discurso político en la modernidad .


La tv hace de los candidatos, que se construyen al interior de escenografías de estudio, personas del común , cambiando prosodia de barricada por educado diálogo convincente, cargado de domésticas buenas costumbres, se hacen próximos en la distancia social del living room compartido, permanecen no obstante distantes e intangibles. En inversión nuestros candidatos dialogan no con nosotros sino con el medio y sus portavoceros, los periodistas, también protagonistas y luminarias en toda esta fiesta.

Los viejos rituales regresan, exhibidos en espectáculo de banderas, cánticos, bailes y consignas. La vieja nación y sus símbolos sobrevuelan el espacio agitados en forma permanente. La tv hace su periódica cosecha y su fiesta de imágenes, los medios escritos gastan sus plumas y las ondas de radio saturan el éter y nos traen machaconas, una y otra vez, en cadencias de tambores ancestrales, discursos ya disfónicos en el agotamiento

Una dramaturgia tensa, nerviosa, que con peso dramático envuelve, fascina y a veces alucina a los participantes. Es un drama. Todos los agonistas saben que su protagonista preferido tendrá su triunfo o no dependiendo del cuanto y el que de su imagen permanezca y se memorice .

Se consolida la figura de un personaje cada vez más sofisticado, solapado, enigmático y respetado. Parafraseamos una vez más al bueno de Shaspeakeare : son los nuevos dueños del oído del rey” . Son los jefes de campaña. Son los nuevos gurúes de la modernidad.

Desde lo discreto, ostentan y ejercen su condición y jerarquía . Poseen la magia y los sortilegios que pueden hacer, de quien los toma a su servicio, un ganador.

Monopoliza y mantiene en el secreto claves y códigos únicos capaces de penetrar el círculo mágico que rodea la escena donde nace y vive y hasta muere el protagonista y su protagonismo . También único que tiene el don de despojarlo de su máscara. Es también un espacio de poder de terrible soledad. El de ambos.


Revive, una vez más la escena que ha viajado con la especie desde los primeros fuegos, la solemnidad ceremonial pagana, nuevos sacerdotes adivinando, augurando, asegurando lo incierto, solo que leen ahora oráculos desde sofisticados estudios cuantitativos. Las escuestas.

También participan en la fiesta y compiten protagonismo con otros personajes a quienes en su momento quitan discurso y espacio los directores de las mismas. Estas se humanizan desde su presencia física. Sus opiniones, aceptadas desde el amparo de un más allá inmanente, con soporte de palabra revelada desde un severo tecnicismo construyen e intervienen , a partir del votum, vieja latina promesa hecha a los dioses, en la abstracta decisión del elector de la modernidad con sus números mágicos. Despiertan encantos e iras, halagos o rechazos. Pero siempre, desde que cuentan con un algo a sabor de oculto poder, se les respeta. Son intocables. Es que tienen amable y fluida relación con espacios donde lo humano se cuenta, pero poco cuenta.

No nos asombremos con ligereza . No estamos tan solos en el planeta tierra. Los Azandes , soberbia etnia africana de la tradición, gestionan sus vidas y sus muertes en el fatalismo de decisiones que les llegan de hechiceros y oráculos, de extravagantes pollitos inexplicables , sobreviviendo o no al fatal veneno administrado. Racionalidades diferentes. Conceptualmente indiferentes. Básicamente similares.


Si desde la Antropología tenemos como hecho social cierto y esencial a toda cultura el culpar y criticar, también es hecho cierto que cada una desarrolla sus propios mecanismos de desviación de la culpa. Porqué no nos equivoquemos en ligereza . En este como en cualquier otro acontecimiento del mundo de lo público, donde el éxito es la meta, el premio para los que llegan a esta primero – los ganadores- es grande, también para los derrotados las sanciones son duras, por lo que la sola perspectiva de derrota es aterradora y se resuelve en cuasi ataques de pánico en los cuales los márgenes de cometer errores se agranda enormemente . Es fácil rescatarlos desde los diferentes discursos de los distintos competidores según avizoren sus probabilidades.

Perder o ganar el favor y voto de los electores, no necesariamente es un suceso construido en nuestras democracias desde abordajes intelectuales y racionalmente elaborados. De ser así, ¿a que tanta bandera al viento, papeles, bocinas, músicas y gritos, si es realmente el voto decisión que la sola razón pronuncia?

La derrota, esa hipótesis ominosa escondida en suspiros secretos, la justifican hechos, situaciones y omisiones que vienen desde la ajenidad, de sortilegios y brujerías convocadas por los Otros; no los comprende ni se comprende, se asume en suficiente agilidad para emprender la negociación desde la pérdida. Es trascendente. Hay un fuerte compromiso existencial con la modernidad en todo el proceso, con un nuevo Hades, donde también existen divinidades que son dueños de los rayos, de los mares , de los odios y los amores, a imagen y semejanza de tantos otros panteones de dioses clásicos, en este tema que nos ocupa, la modernidad y su novia , la tecnología aplicada, pareja estable y bien avenida, es a quién en todo caso se le atribuyen logros, maleficios y daños.



La victoria también es producto directo e incuestionable de hechizos y sacrificios bien realizados y mejor recibidos por los dioses que abundan y andan a la vuelta. También por causa y efecto del favor de dioses y semidioses que siguen como lo han hecho siempre manipulando la vida y obra de los mortales.

Es aquí y ahora que comienzan otros tiempos, esos que desde Maquiavelo hasta pensadores en nuestros días han tenido muy presentes. Terminado los tiempos del palabrerío, vienen tiempos de la palabra verdad que no puede emboscarse mucho tiempo detrás de apariencias, también los del desgaste, que es bueno saber que una vez allí ,en la cima, al decir de los sabios chinos, es donde los vientos soplan con más fuerza.