martes, 12 de febrero de 2013

Olympe de Gouges. Una mujer casi olvidada









Olympe de Gouges nació en Montauban, Francia, un 7 de mayo de 1748 y fue guillotinada en París un 3 de noviembre  de 1793.  Escritora, dramaturga, cronista y militante política francesa, autora de la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana en 1791. Su obra más conocida, La esclavitud de los negros (L’esclavage des noirs),  sólo pudo ser publicada y representada al triunfar la revolución en 1792. Inscrita en el repertorio de la Comedia Francesa en 1785 bajo el título de Zamore y Mirza, o el feliz naufragio (Zamore et Mirza, ou l’heureux naufrage), fue impugnada por las familias nobles que se habían enriquecido con la trata de esclavos y por quienes ejercían  el comercio con las colonias de ultramar que representaba el 50% del comercio exterior del país. 


Un juicio sumario la condenó a muerte por haber defendido un estado federado, de acuerdo con los principios girondinos. Su único hijo, Pierre Aubry, renegó de ella públicamente poco después de su ejecución.


La periodista española Laura Manzanera, jefa de redacción de la revista de historia Clío, ha escrito : Olympe de Gouges. La cronista maldita de la Revolución Francesa”.




Olympe de Gouges defendió la igualdad entre el hombre y la mujer en todos los aspectos de la vida pública y privada, incluyendo el derecho a voto,  el acceso al trabajo público, a hablar en público de temas políticos, a acceder a la vida política, a poseer y controlar propiedades, a formar parte del ejército; incluyendo la igualdad fiscal así como el derecho a la educación y la igualdad de poder en el ámbito familiar y eclesiástico.
Combatió la pena de muerte; luchó contra la esclavitud; defendió a madres solteras, prostitutas, cesantes y vagabundos; denunció la corrupción de los políticos; argumentó a favor de la supresión del matrimonio y la instauración del divorcio; propuso la idea de un contrato anual renovable firmado entre concubinos y el reconocimiento paterno de los niños nacidos fuera de matrimonio. Precursora de la protección de la infancia  y los desfavorecidos,  proyectó un sistema de protección materno-infantil considerando fundación de maternidades y recomendó la creación de talleres nacionales para los cesantes y hogares para los mendigos.
 
Olympe de Gouges redactó la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana cuyo texto aquí dejamos a la consideración de todos sin exclusión de género y o sexo y/o cualquier otra variable de las infinitas que abundan y se crean casi que diariamente: 


I - La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos. Las distinciones sociales sólo pueden estar fundadas en la utilidad común.
II - El objetivo de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles de la Mujer y del Hombre; estos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y, sobre todo, la resistencia a la opresión.
III - El principio de toda soberanía reside esencialmente en la Nación que no es más que la reunión de la Mujer y el Hombre: ningún cuerpo, ningún individuo, puede ejercer autoridad que no emane de ellos.
IV - La libertad y la justicia consisten en devolver todo lo que pertenece a los otros; así, el ejercicio de los derechos naturales de la mujer sólo tiene por límites la tiranía perpetua que el hombre le opone; estos límites deben ser corregidos por las leyes de la naturaleza y de la razón.
V - Las leyes de la naturaleza y de la razón prohíben todas las acciones perjudiciales para la Sociedad: todo lo que no esté prohibido por estas leyes, prudentes y divinas, no puede ser impedido y nadie puede ser obligado a hacer lo que ellas no ordenan.
VI - La ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las Ciudadanas y Ciudadanos deben participar en su formación personalmente o por medio de sus representantes. Debe ser la misma para todos; todas las ciudadanas y todos los ciudadanos, por ser iguales a sus ojos, deben ser igualmente admisibles a todas las dignidades, puestos y empleos públicos, según sus capacidades y sin más distinción que la de sus virtudes y sus talentos.
VII - Ninguna mujer se halla eximida de ser acusada, detenida y encarcelada en los casos determinados por la Ley. Las mujeres obedecen como los hombres a esta Ley rigurosa.
VIII - La Ley sólo debe establecer penas estrictas y evidentemente necesarias y nadie puede ser castigado más que en virtud de una Ley establecida y promulgada anteriormente al delito y legalmente aplicada a las mujeres.
IX - Sobre toda mujer que haya sido declarada culpable caerá todo el rigor de la Ley.
X - Nadie debe ser molestado por sus opiniones incluso fundamentales; si la mujer tiene el derecho de subir al cadalso, debe tener también igualmente el de subir a la Tribuna con tal que sus manifestaciones no alteren el orden público establecido por la Ley.
XI - La libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones es uno de los derechos más preciosos de la mujer, puesto que esta libertad asegura la legitimidad de los padres con relación a los hijos. Toda ciudadana puede, pues, decir libremente, soy madre de un hijo que os pertenece, sin que un prejuicio bárbaro la fuerce a disimular la verdad; con la salvedad de responder por el abuso de esta libertad en los casos determinados por la Ley.
XII - La garantía de los derechos de la mujer y de la ciudadana implica una utilidad mayor; esta garantía debe ser instituida para ventaja de todos y no para utilidad particular de aquellas a quienes es confiada.
XIII - Para el mantenimiento de la fuerza pública y para los gastos de administración, las contribuciones de la mujer y del hombre son las mismas; ella participa en todas las prestaciones personales, en todas las tareas penosas, por lo tanto, debe participar en la distribución de los puestos, empleos, cargos, dignidades y otras actividades.
XIV - Las Ciudadanas y Ciudadanos tienen el derecho de comprobar, por sí mismos o por medio de sus representantes, la necesidad de la contribución pública. Las Ciudadanas únicamente pueden aprobarla si se admite un reparto igual, no sólo en la fortuna sino también en la administración pública, y si determinan la cuota, la base tributaria, la recaudación y la duración del impuesto.
XV - La masa de las mujeres, agrupada con la de los hombres para la contribución, tiene el derecho de pedir cuentas de su administración a todo agente público.
XVI - Toda sociedad en la que la garantía de los derechos no esté asegurada, ni la separación de los poderes determinada, no tiene constitución; la constitución es nula si la mayoría de los individuos que componen la Nación no ha cooperado en su redacción.
XVII - Las propiedades pertenecen a todos los sexos reunidos o separados; son, para cada uno, un derecho inviolable y sagrado; nadie puede ser privado de ella como verdadero patrimonio de la naturaleza a no ser que la necesidad pública, legalmente constatada, lo exija de manera evidente y bajo la condición de una justa y previa indemnización.





Tomado de :
Virginia Vidal.  "Olympe de Gouges dio su vida por los derechos de la mujer."  Anaquel Austral. Ed. Virginia Vidal. Santiago : Editorial Poetas Antiimperialistas de América.  
http://virginia-vidal.com/actas/realidad/article_469.shtml &gt

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Re-pensando a Foucault



La Arqueología del saber




1-   Formación de los objetos y los conceptos

Michel Foucault, ya desde los primeros parrafos de su obra ya clásica:  La arquitectura del saber nos  enfrenta  a la disyuntiva que todo análisis histórico pone en evidencia y solicita diseños de respuestas, las cualitativas que hacen a los procedimientos y consecuente con el desarrollo del mismo su problemática teórica podría decirse que sin oportunidad de diálogo, presenta su propuesta de ceñirse intelectualmente al estudio de estos últimos, dejando los primeros para mejor ocasión y/o disposición personal de hacerlo.

Avisa también y asi lo hace, mismo desde el principio, que el escenario lo será aquel que señala como: el de lo incierto en los lìmites e indeciso en sus contenidos disciplinares , ya fuera en materia de historia de las ideas, del pensamiento, de las ciencias o del conocimiento.

            Al momento de explicar el proceso que Foucault denomina reglas de formación y a las cuales entiende y traduce en el marco de condiciones a los que se someten los objetos, modalidades de enunciación, los conceptos o las elecciones temáticas, las cuales si bien son condiciones de existencia, son asì mismo y se convierten en valores necesarios a la coexistencia, conservación, modificación o desaparición de una situación discursiva dada.
            Elige y es consecuente en lo que hace ,en la mirada holìstica que a  su obra se le conceda,  la psicopatología, como campo en donde experimentar sus reflexiones, en el trayecto que conduce a la aplicación de la regla aùn mìnimamente elaborada, todavía en la fragilidad del esbozo, con breves y rápidos trazos  hasta el texto final.
            En la dinámica de aparición del objeto, Foucault se interroga en cuanto a la posibilidad de establecer las reglas que crean el ámbito de surgimiento, cuando ha sido de manera permanente que los distintos registros hayan sido nombrados, circunscritos, analizados, rectificados, después definidos de nuevo, discutidos y borrados, mùltiples objetos/(Foucault, M. 1997: 66), y en consonancia con lo mismo cuales serìan sus regímenes de existencia en cuanto objetos de discurso.



En órden a atender tales interrogantes, Foucault establece la necesidad de estar atento a los siguientes considerandos: 

a) lo que el denomina las superficies primeras de emergencia, o sea los lugares en los cuales el fenómeno puede suscitarse, las cuales no seràn de ninguna manera las mismas, según distintas sociedades, distintas èpocas o diferentes discursos en definitiva y son precisamente en estas delimitaciones de campos, en donde el objeto tomarà su forma y se volverà además de nominativo, descriptible, es decir adquiere estatuto de tal. 

b) las instancias de delimitaciòn, dentro de las cuales ubica los campos correspondientes a la medicina, la justicia, en especial la penal, la religiosidad y sus estamentos jerárquicos administradores de autoridad, la crìtica literaria y artística, en cuanto se ocupan de intervenir en los procesos de determinar y nominar objetos.

 c)Las rejillas de especificación, entendiendo por tales los sistemas a emplear en el desarrollo dinámico al que se oponen los fenómenos, oponiéndolos, reagrupándolos, y clasificàndolos al fin  como objetos del discurso, siendo ellas a partir del s. XIX, el alma, a la cual entiende como grupo jerarquizado de facultades, vecinas y mas o menos impenetrables, el cuerpo como un volumen organizado y unido en esquemas de dependencia y comunicación y la propia vida e historia de los individuos.

A partir de lo expuesto, se pueden anotar las siguientes observaciones:  El objeto de discurso, necesita la existencia de ciertas condiciones històricas, que son las que daràn ocasión a que sea considerado, para que diferentes personas reflexionen a la vez sobre su contenido y lleguen o no a conclusiones diferentes, todo esto compondrà lo que Foucault denomina como requisito para su existencia como condiciones positivas comprendidas dentro de un haz complejo de relaciones.

Asì tambièn las relaciones de tal manera diseñadas y construidas se establecen y se relacionan dentro y hacia el interior de instituciones, los distintos procesos sociales y sus formas de comportamiento, sin que por ello estas relaciones estèn presentes en el objeto. Tambièn se distinguen en forma por demàs clara de las relaciones que darìan en llamarse primarias, y se les puede observar independientes del discurso o de los objetos de discurso. No se agota aquì el tema, debe atenderse sin distracciones el espacio en donde se articulan los sistemas de relaciones primarias o reales, el secundario o reflexivo y el que en definitiva puede llamarse discursivo. Estas relaciones discursivas no son en modo alguno internas al discurso, no establecen uniones ni relaciones entre los conceptos y las palabras, ni tampoco sus frases y proposiciones conformar una arquitectura, se les encuentra marginal y en los lìmites del discurso.

2-  Dominio del objeto ficticio, correlato del enunciado

Asì como debemos evitar confundir el enunciado y lo que enuncia, tampoco debemos confundir la forma en la cual una proposición se relaciona con su referente, Foucault al respecto utiliza el razonamiento de los lógicos cuando se coloca en plano frontal con una proposición que puede expresar: “La montaña de oro está en California”, frente a la cual somos impotentes de llegar a alguna forma de verificación de la aseveración que conlleva, sencillamente carece de referente. Nos da lo mismo la afirmación o la negación de lo expresado. Antes de afirmar que un enunciado carece de sentido si la proposición que posibilita, carece de referente, nos debemos ubicar y afirmar en cambio en lo contrario, es el correlato del enunciado (a lo que refiere, de lo que habla, el tema), lo que autoriza decir si la proposición està secundada y tiene o no referente, es por lo tanto el correlato del enunciado el dueño de la decisión definitiva. Un enunciado, sin importar su nivel de complejidad, no agota su relación, no tiene por correlato algun objeto especìfico que designe alguna de las palabras de la frase. En “La montaña de oro està en California”, que ya hemos referido y aparece en el texto como ejemplo, de modo alguno el correlato està constituido por las imágenes contenidas en la frase. El correlato en definitiva debemos entenderlo como ese conjunto de dominios en los cuales las cosas mencionadas pueden surgir y relacionarse, dominio este que puede constituirse por objetos materiales que se vinculen entre si a travès o en virtud de propiedades físicas comprobables, condición esta ùltima que evita que se convierta en un dominio de objetos ficticios.
            En definitiva, no es posible entender la noción de correlato del enunciado que Foucault propone sin su asociación intelectual a la función referencial que el mismo autor nos propone, concepto èste que no se construye de cosas, hechos, realidades, seres, y en cambio si que se constituye alrededor de reglas que dan organización a las pràcticas discursivas y ésta a su vez alimentan la existencia de los objetos, los lugares, las condiciones, el campo donde emergerán y producen la puesta en juego por el enunciado dentro del discurso.

3- Que son las elecciones teóricas o temáticas

            Hay discursos que organizan de tal manera los conceptos, a  la vez que ingresan a un proceso de reagrupar los objetos , a la vez que adoptan formas por demàs especìficas de enunciación, de tal forma que conforman un estado de coherencia , rigor y estabilidad en los asuntos alrededor de los cuales gira su interés, que conforman los temas o teorìas. Estos conceptos, sin importar para el caso el nivel formal en donde se realizan y desarrollan, son tratados dentro del hilo conductor alrededor del cual se desarrolla la Arqueología del Saber, bajo la denominación convencional de : Estrategias.
Es buena inquietud, preguntarse como se distribuye la misma en la Historia. La encontraremos presente sin ninguna duda en discursos como los de la economía, la medicina, la gramática y la ciencia de los seres vivos. El análisis de estas estrategias, no resulta fácil. Exploraremos  las distintas direcciones de  investigación.
        
          4- Como se define el enunciado

A la vez que Foucault discurre y reflexiona en cuanto lo definido en estas alturas-¿o profundidades? de la Arqueología, en un balance autocrítico con el cual pretensiona y hace lúcidas sus dudas, hace hondo su interrogatorio al tiempo de preguntarse:

 “¿De que he hablado hasta aquí? ¿Cuál ha sido el objeto de mi investigación? ¿Qué era lo que me proponía describir? Unos “enunciados”, a la vez en esa discontinuidad que los libera de todas las formas en que, tan fácilmente, se aceptaba que fuesen tomados, y  en le cuerpo general, ilimitado, aparentemente sin forma, del discurso.” Foucault, M. 1997: 132.

            Y es ya desde aquí que instala el hilo conductor de su construcción, de su idea, de la singularidad de su pensamiento. Pregunta, tras pregunta, sin pausa, en acumulación permanente de la actitud de dudar, trampas para desprevenidos, que en ingenuidad intelectual imperdonable atraviesen sus textos sin apercibirse de sus sesgos y de sus cruces.  Rota sin advertencias hacia el reproche. No haber concretado la significación de la palabra discurso con suficiente claridad, mas bién haber multiplicado sus sentidos, considera un saldo no bién resuelto aún,  lo cual impide ejercer con autoridad su valor de palabra límite del término enunciado, y a partir de estos razonamientos que cruza la propuesta de volver y retomar en sus raices la tarea de definición del enunciado.
            No se detiene demasiado en este proceso, plantea y ubica rápidamente el problema:
  

“Si el enunciado es en efecto la unidad elemental del discurso ¿En que consiste? ¿Cuáles son sus rasgos distintivos? ¿Qué límites se le deben reconocer? Ibidem.


            Debemos calificar, -pregunta- como unidad idéntica al enunciado, la que los lógicos adjudican a la proposición, o se asimilia en cambio a la que la gramática reserva para la frase o debemos estacionar el análisis y la comparación en los analistas titulan speech act.

Foucault, descarta rapidamente como condición que defina al enunciado la presencia de una estructura proposicional que señalice  el campo del mismo y que autorice a hablar de enunciado solo ante la existencia de la proposición y ejemplifica con suficiencia clara. “Nadie a oido” y “Es cierto que nadie ha oido” atendidas desde un punto de vista lógico no pueden ser tratadas como dos proposiciones diferentes en cambio en tanto enunciados, no son equivalentes ni intercambiables.

¿Y  la  frase? –pregunta- y se extiende en abundancia, para llevarnos a razonamientos que argumentan negando tal comparación y equivalencia. Muchos y claros son los ejemplos ofrecidos para demostrar el fracaso de tal manifiesto. Le basta enumerar preguntándose, en un cuadro de clasificación de las especies biológicas, constituido como tal por enunciados, donde se encuentran las frases, e insiste entre otros y tantos, como es posible destrabar en una ecuación algebraica cualquiera, en un gráfico sobre cuestiones diversas, en si mismo claros enunciados, con la manifiesta ausencia de frases.
Llega aquí finalmente Foucault a la interrogación: “No podría decirse que existe enunciado siempre que se puede reconocer y aislar un acto de formulación, algo así como ese speech act, ese acto “elocutorio” de que hablan los analistas ingleses”( ibidem: 137), no alude con esto al acto material, y es rotundo en el decir, no hace ni al tono, ni a la intensidad de volumen-hablar en voz baja, hablar en voz alta- tampoco interesa al asunto, formalidades calígraficas o mecánicas, valgan estos ejemplos, también excusa de toda importancia, otros objetivos o la calificación de sus alcances, -fue entendido, fue escuchado, etc.- que de eso nada excita al enunciado, nada hace o aporta a una definición de enunciado.
 La Arqueología desprende claro a esta altura de su texto que el acto elocutorio, no es lo que se desarrolla y produce en el momento mismo del enunciado:

 “sino lo que ha producido por el hecho mismo de que ha habido enunciado y este enunciado precisamente (ningún  otro) en unas circunstancias bien determinadas. Ibidem :138)

El enunciado es así, protagónico, hegemónico dentro de ese tiempo y lugar, en que desarrolla su acción. También es cierto que habitualmente son necesarios mas de un enunciado para constituirse en un speech act.
La línea de razonamiento apoyada en lo gramático, en la lógica o en el “análisis”, se reputan no admisibles  como respuesta a la duda original: ¿cuáles son sus rasgos distintivos? Estos elementos los encontraremos o no en el enunciado, es de hecho posible que encontremos enunciados dentro de ellos, lo que tampoco descalifica la posibilidad, por ejemplo, de encontrarnos con lo opuesto, enunciados en los cuales no reconozcamos frases.

Avanzando en el proceso,   encontramos nuevamente a Foucault :”El enunciado no es, pues, una estructura(es decir un conjunto de relaciones entre elementos variables, que autorice así un número quizá infinito de modelos concretos); es una función de existencia dque pertene en propieda a los signos y a partir de la cual se puede decidir, a continuación por el análisis o la intuición”. (ibidem: 145 ).  Es claro así mismo cuando nos invita a no asombrarnos si no se ha podido encontrar para el enunciado los criterios estructurales de unidad que nuestra racionalidad busca y tantea procurando su hallazgo, y tal cosa no sucederá ya que no estamos precisamente en presencia de una unidad, sino de una función y esta, es apta y tiene  la capacidad de atravesar estructuras y unidades posibles,  que tienen ellas mismas sus contenidos concretos, en un cruce que a su vez se desarrolla en los  tiempos y espacios. El enunciado es visto así, desde el estudio discursivo al cual nos transporta la arqueología, en la opción liberadora de no acudir a los recursos de la historia de las ideas, llamensen, autor, obra, tradición, en  la llaneza de la materialidad de lo dicho, en ausencia de valor lógico, de significación gramatical, por lo cual no puede traducírsele en términos que nos conduzcan a identificarlo con la frase, la proposición o el acto de alocución. En cierto modo aceptamos en respeto el silencio, que interpretamos premeditado, impuesto en la Arqueología del Saber por Foucault, en cuanto a una definición concreta de enunciado, a la cual sin embargo nos fue llevando  y guiando en un ejercicio de magisterio intelectual, a través y en el cruce  de sucesivos descartes orientadores y luminosos.


     5-  Como se define el archivo
          
Foucault, por archivo entiende  “el conjunto de los discursos efectivamente pronunciados” que son los que en su devenir funcionamiento  y transformación posibilitan la aparición de otros discursos, y este archivo de los discursos, lo mantiene a un nivel de superficie, no siendo de necesidad a diferencia del comportamiento que se espera dentro de una idea historica ortodoxa  producir metodología alguna que apunte a establecer y desentrañar sus orígenes. 

           Desde la “llanura monótona e indefinidamente prolongada” donde en tono crítico ubicaba el dominio de los enunciados se llega a otro espacio de complejidad, con regiones diferencias en su propia heterogeneidad y en donde ya ni los sistemas de enunciados ni las cosas se alinean con órdenes obedientes en “el gran libro mítico de la historia” según lo propios dichos de Foucault:

“son todos esos sistemas de enunciados(acontecimientos por una parte y cosas por otra)los que propongo llamar archivo.” (Ibidem: 219  )

            Abunda a partir de esta declaración en advertencias , no ignora las dificultades, y de ahí que advierte, que el alcance que le otorga al término, no lo entiende como la suma de todos aquellos textos  que una cultura dada pueda haber emitido, catalogado, guardado, atesorado, estimándolos pruebas de su presencia histórica, tampoco ubica hacia el interior del concepto a las instituciones que de una u otra forma han detentado y detentan la capacidad de selección de la “memoria” a guardar, por lo  contrario, son estas sospechosas de que lo que ha llegado hasta nosotros, no nos genere ingenuas expectativas de que sea un ajuste correcto y exacto con todo aquello que a través de los milenios los hombres hayan producido. Por lo tanto:

“ El archivo es en primer lugar la ley de lo que puede ser dicho, el sistema que rige la aparición de los enunciados como acontecimientos singulares. Pero el archivo es también lo que hace que todas esas cosas dichas no se amontonen indefinidamente en una multitud amorfa, ni se inscriban tampoco en una linealidad sin ruptura, y no desaparezcan al azar sólo de accidentes externos.” (Ibidem: 219, 220.)

            También aquí Foucault, se esmera en decir lo que en principio no es el archivo, no es por supuesto, quién custodia al enunciado ni ejerce la salvaguarda del mismo para memorias futuras que procurarán procesarlo e interpretarlo, tampoco es quién deba recoger, dice  en uso afortunado de hermosa  licencia poética, “el polvo de los enunciados que han vuelto a ser inertes y permite el milagro eventual de su resurrección”,
           
            También somos suficientemente advertidos, de no reificar el concepto archivo hasta pretender que el mismo deba soportar la responsabilidad de abarcar en forma total, el archivo de una sociedad dada, de una cultura o de una civilización. El archivo ronda esa zona de proximidad con nosotros, pero que no está, no debe estar, en ese tiempo específico de nuestro presente, pero en su decir insustituible, Foucault nos recuerda que “ es lo que fuera de nosotros, nos delimita.
                       
El cierto asombro que despierta el análisis del concepto, quizás se debe ubicar para encontrarlo, en ese ubicarnos fuera de la temporalidad que abriga comodidades al despejar conjurando las rupturas de la historia que de otra manera generan incertidumbres y en ese diálogo con la comprobación de nuestras identidades puestas en conjugación con las variables de las distinciones. Instituye y obliga a aceptar nuestras diferencias, la racionalidad ubicable en la diferencia de los discursos escogidos, en las historias los diferentes tiempos, y caro a la antropología social, nuestro “self”, nuestro yo, las diferentes máscaras. No creemos casual en un pensador fino, inteligente, sútil, como Foucaul, que finalice este espacio dedicado al archivo diciendo:
                       
“ El derecho de las palabras-que no coincide con el de los filólogos- autoriza, pues a dar a todas estas investigaciones el título de arqueología. Este término no incita a la búsqueda de ningún comienzo; no emparenta al análisis  con ninguna excavación o sondeo geológico. Designa el tema general de una descripción que interroga lo ya dicho al nivel de su existencia: de la función enunciativa que se ejerce en él, de la formación discursiva a que pertenece, del sistema general de archivo de que depende”. (Ibidem: 223).





Bibliografía consultada:

·         FOUCAULT, Michel, 1997, LA ARQUEOLOGÍA DEL SABER, Siglo XXI, editores, España.
·         ________________, 1984, LAS PALABRAS Y LAS COSAS, Planeta-Agostini, España.
·         DELEUZE, Gilles, 1987, FOUCAULT, Paidós, España.