La
Arqueología del saber
1- Formación de los objetos y los conceptos
Michel
Foucault, ya desde los primeros parrafos de su obra ya clásica: La arquitectura del saber nos enfrenta a la disyuntiva que todo análisis histórico pone en evidencia y
solicita diseños de respuestas, las cualitativas que hacen a los procedimientos
y consecuente con el desarrollo del mismo su problemática teórica podría
decirse que sin oportunidad de diálogo, presenta su propuesta de ceñirse
intelectualmente al estudio de estos últimos, dejando los primeros para mejor
ocasión y/o disposición personal de hacerlo.
Avisa también y asi lo hace, mismo
desde el principio, que el escenario lo será aquel que señala como: el de lo
incierto en los lìmites e indeciso en sus contenidos disciplinares , ya fuera
en materia de historia de las ideas, del pensamiento, de las ciencias o del
conocimiento.
Al
momento de explicar el proceso que Foucault denomina reglas de formación y a
las cuales entiende y traduce en el marco de condiciones a los que se someten
los objetos, modalidades de enunciación, los conceptos o las elecciones
temáticas, las cuales si bien son condiciones de existencia, son asì mismo y se
convierten en valores necesarios a la coexistencia, conservación, modificación
o desaparición de una situación discursiva dada.
Elige y
es consecuente en lo que hace ,en la mirada holìstica que a su obra se le conceda, la psicopatología, como campo en donde
experimentar sus reflexiones, en el trayecto que conduce a la aplicación de la
regla aùn mìnimamente elaborada, todavía en la fragilidad del esbozo, con
breves y rápidos trazos hasta el texto
final.
En la
dinámica de aparición del objeto, Foucault se interroga en cuanto a la
posibilidad de establecer las reglas que crean el ámbito de surgimiento, cuando
ha sido de manera permanente que los distintos registros hayan sido nombrados,
circunscritos, analizados, rectificados, después definidos de nuevo, discutidos
y borrados, mùltiples objetos/(Foucault, M. 1997: 66), y en consonancia con lo
mismo cuales serìan sus regímenes de existencia en cuanto objetos de discurso.
En órden a atender tales
interrogantes, Foucault establece la necesidad de estar atento a los siguientes
considerandos:
a) lo que el denomina las superficies primeras de emergencia, o
sea los lugares en los cuales el fenómeno puede suscitarse, las cuales no seràn
de ninguna manera las mismas, según distintas sociedades, distintas èpocas o
diferentes discursos en definitiva y son precisamente en estas delimitaciones
de campos, en donde el objeto tomarà su forma y se volverà además de
nominativo, descriptible, es decir adquiere estatuto de tal.
b) las instancias
de delimitaciòn, dentro de las cuales ubica los campos correspondientes a la
medicina, la justicia, en especial la penal, la religiosidad y sus estamentos
jerárquicos administradores de autoridad, la crìtica literaria y artística, en
cuanto se ocupan de intervenir en los procesos de determinar y nominar objetos.
c)Las rejillas de especificación, entendiendo por tales los sistemas a emplear
en el desarrollo dinámico al que se oponen los fenómenos, oponiéndolos,
reagrupándolos, y clasificàndolos al fin
como objetos del discurso, siendo ellas a partir del s. XIX, el alma, a
la cual entiende como grupo jerarquizado de facultades, vecinas y mas o menos
impenetrables, el cuerpo como un volumen organizado y unido en esquemas de
dependencia y comunicación y la propia vida e historia de los individuos.
A partir de lo expuesto, se pueden anotar
las siguientes observaciones: El objeto
de discurso, necesita la existencia de ciertas condiciones històricas, que son
las que daràn ocasión a que sea considerado, para que diferentes personas
reflexionen a la vez sobre su contenido y lleguen o no a conclusiones
diferentes, todo esto compondrà lo que Foucault denomina como requisito para su
existencia como condiciones positivas comprendidas dentro de un haz complejo de
relaciones.
Asì tambièn las relaciones de tal
manera diseñadas y construidas se establecen y se relacionan dentro y hacia el
interior de instituciones, los distintos procesos sociales y sus formas de
comportamiento, sin que por ello estas relaciones estèn presentes en el objeto.
Tambièn se distinguen en forma por demàs clara de las relaciones que darìan en
llamarse primarias, y se les puede observar independientes del discurso o de
los objetos de discurso. No se agota aquì el tema, debe atenderse sin
distracciones el espacio en donde se articulan los sistemas de relaciones
primarias o reales, el secundario o reflexivo y el que en definitiva puede
llamarse discursivo. Estas relaciones discursivas no son en modo alguno
internas al discurso, no establecen uniones ni relaciones entre los conceptos y
las palabras, ni tampoco sus frases y proposiciones conformar una arquitectura,
se les encuentra marginal y en los lìmites del discurso.
2- Dominio del
objeto ficticio, correlato del enunciado
Asì como debemos evitar confundir el enunciado y lo que
enuncia, tampoco debemos confundir la forma en la cual una proposición se
relaciona con su referente, Foucault al respecto utiliza el razonamiento de los
lógicos cuando se coloca en plano frontal con una proposición que puede
expresar: “La montaña de oro está en California”, frente a la cual somos impotentes
de llegar a alguna forma de verificación de la aseveración que conlleva,
sencillamente carece de referente. Nos da lo mismo la afirmación o la negación
de lo expresado. Antes de afirmar que un enunciado carece de sentido si la
proposición que posibilita, carece de referente, nos debemos ubicar y afirmar
en cambio en lo contrario, es el correlato del enunciado (a lo que refiere, de
lo que habla, el tema), lo que autoriza decir si la proposición està secundada
y tiene o no referente, es por lo tanto el correlato del enunciado el dueño de
la decisión definitiva. Un enunciado, sin importar su nivel de complejidad, no
agota su relación, no tiene por correlato algun objeto especìfico que designe
alguna de las palabras de la frase. En “La montaña de oro està en California”,
que ya hemos referido y aparece en el texto como ejemplo, de modo alguno el
correlato està constituido por las imágenes contenidas en la frase. El
correlato en definitiva debemos entenderlo como ese conjunto de dominios en los
cuales las cosas mencionadas pueden surgir y relacionarse, dominio este que
puede constituirse por objetos materiales que se vinculen entre si a travès o
en virtud de propiedades físicas comprobables, condición esta ùltima que evita
que se convierta en un dominio de objetos ficticios.
En definitiva, no es posible
entender la noción de correlato del enunciado que Foucault propone sin su
asociación intelectual a la función referencial que el mismo autor nos propone,
concepto èste que no se construye de cosas, hechos, realidades, seres, y en
cambio si que se constituye alrededor de reglas que dan organización a las
pràcticas discursivas y ésta a su vez alimentan la existencia de los objetos,
los lugares, las condiciones, el campo donde emergerán y producen la puesta en juego
por el enunciado dentro del discurso.
3-
Que son las elecciones teóricas o temáticas
Hay discursos que organizan de tal
manera los conceptos, a la vez que
ingresan a un proceso de reagrupar los objetos , a la vez que adoptan formas
por demàs especìficas de enunciación, de tal forma que conforman un estado de
coherencia , rigor y estabilidad en los asuntos alrededor de los cuales gira su
interés, que conforman los temas o teorìas. Estos conceptos, sin importar para
el caso el nivel formal en donde se realizan y desarrollan, son tratados dentro
del hilo conductor alrededor del cual se desarrolla la Arqueología del Saber,
bajo la denominación convencional de : Estrategias.
Es buena inquietud, preguntarse como
se distribuye la misma en la Historia. La encontraremos presente sin ninguna
duda en discursos como los de la economía, la medicina, la gramática y la
ciencia de los seres vivos. El análisis de estas estrategias, no resulta fácil.
Exploraremos las distintas direcciones
de investigación.
4- Como se define el enunciado
A la vez que Foucault discurre y
reflexiona en cuanto lo definido en estas alturas-¿o profundidades? de la
Arqueología, en un balance autocrítico con el cual pretensiona y hace lúcidas
sus dudas, hace hondo su interrogatorio al tiempo de preguntarse:
“¿De que he hablado hasta aquí? ¿Cuál ha sido
el objeto de mi investigación? ¿Qué era lo que me proponía describir? Unos
“enunciados”, a la vez en esa discontinuidad que los libera de todas las formas
en que, tan fácilmente, se aceptaba que fuesen tomados, y en le cuerpo general, ilimitado,
aparentemente sin forma, del discurso.” Foucault, M. 1997: 132.
Y es ya
desde aquí que instala el hilo conductor de su construcción, de su idea, de la
singularidad de su pensamiento. Pregunta, tras pregunta, sin pausa, en
acumulación permanente de la actitud de dudar, trampas para desprevenidos, que
en ingenuidad intelectual imperdonable atraviesen sus textos sin apercibirse de
sus sesgos y de sus cruces. Rota sin
advertencias hacia el reproche. No haber concretado la significación de la
palabra discurso con suficiente claridad, mas bién haber multiplicado sus
sentidos, considera un saldo no bién resuelto aún, lo cual impide ejercer con autoridad su valor
de palabra límite del término enunciado, y a partir de estos razonamientos que
cruza la propuesta de volver y retomar en sus raices la tarea de definición del
enunciado.
No se
detiene demasiado en este proceso, plantea y ubica rápidamente el problema:
“Si el enunciado es en efecto la unidad
elemental del discurso ¿En que consiste? ¿Cuáles son sus rasgos distintivos?
¿Qué límites se le deben reconocer? Ibidem.
Debemos
calificar, -pregunta- como unidad idéntica al enunciado, la que los lógicos
adjudican a la proposición, o se asimilia en cambio a la que la gramática
reserva para la frase o debemos estacionar el análisis y la comparación en los
analistas titulan speech act.
Foucault, descarta rapidamente como
condición que defina al enunciado la presencia de una estructura proposicional
que señalice el campo del mismo y que
autorice a hablar de enunciado solo ante la existencia de la proposición y
ejemplifica con suficiencia clara. “Nadie a oido” y “Es cierto que nadie ha
oido” atendidas desde un punto de vista lógico no pueden ser tratadas como dos
proposiciones diferentes en cambio en tanto enunciados, no son equivalentes ni
intercambiables.
¿Y
la frase? –pregunta- y se
extiende en abundancia, para llevarnos a razonamientos que argumentan negando
tal comparación y equivalencia. Muchos y claros son los ejemplos ofrecidos para
demostrar el fracaso de tal manifiesto. Le basta enumerar preguntándose, en un
cuadro de clasificación de las especies biológicas, constituido como tal por
enunciados, donde se encuentran las frases, e insiste entre otros y tantos,
como es posible destrabar en una ecuación algebraica cualquiera, en un gráfico
sobre cuestiones diversas, en si mismo claros enunciados, con la manifiesta
ausencia de frases.
Llega aquí finalmente Foucault a la
interrogación: “No podría decirse que existe enunciado siempre que se puede
reconocer y aislar un acto de formulación, algo así como ese speech act, ese
acto “elocutorio” de que hablan los analistas ingleses”( ibidem: 137), no alude
con esto al acto material, y es rotundo en el decir, no hace ni al tono, ni a
la intensidad de volumen-hablar en voz baja, hablar en voz alta- tampoco
interesa al asunto, formalidades calígraficas o mecánicas, valgan estos
ejemplos, también excusa de toda importancia, otros objetivos o la calificación
de sus alcances, -fue entendido, fue escuchado, etc.- que de eso nada excita al
enunciado, nada hace o aporta a una definición de enunciado.
La Arqueología
desprende claro a esta altura de su texto que el acto elocutorio, no es lo que
se desarrolla y produce en el momento mismo del enunciado:
“sino lo que ha producido por el hecho mismo
de que ha habido enunciado y este enunciado precisamente (ningún otro) en unas circunstancias bien
determinadas. Ibidem :138)
El enunciado es así, protagónico,
hegemónico dentro de ese tiempo y lugar, en que desarrolla su acción. También
es cierto que habitualmente son necesarios mas de un enunciado para
constituirse en un speech act.
La línea de razonamiento apoyada en lo
gramático, en la lógica o en el “análisis”, se reputan no admisibles como respuesta a la duda original: ¿cuáles
son sus rasgos distintivos? Estos elementos los encontraremos o no en el
enunciado, es de hecho posible que encontremos enunciados dentro de ellos, lo
que tampoco descalifica la posibilidad, por ejemplo, de encontrarnos con lo
opuesto, enunciados en los cuales no reconozcamos frases.
Avanzando en el proceso, encontramos nuevamente a Foucault :”El
enunciado no es, pues, una estructura(es decir un conjunto de relaciones entre
elementos variables, que autorice así un número quizá infinito de modelos
concretos); es una función de existencia dque pertene en propieda a los signos
y a partir de la cual se puede decidir, a continuación por el análisis o la
intuición”. (ibidem: 145 ). Es claro así
mismo cuando nos invita a no asombrarnos si no se ha podido encontrar para el
enunciado los criterios estructurales de unidad que nuestra racionalidad busca
y tantea procurando su hallazgo, y tal cosa no sucederá ya que no estamos
precisamente en presencia de una unidad, sino de una función y esta, es apta y
tiene la capacidad de atravesar
estructuras y unidades posibles, que
tienen ellas mismas sus contenidos concretos, en un cruce que a su vez se
desarrolla en los tiempos y espacios. El
enunciado es visto así, desde el estudio discursivo al cual nos transporta la
arqueología, en la opción liberadora de no acudir a los recursos de la historia
de las ideas, llamensen, autor, obra, tradición, en la llaneza de la materialidad de lo dicho, en
ausencia de valor lógico, de significación gramatical, por lo cual no puede
traducírsele en términos que nos conduzcan a identificarlo con la frase, la
proposición o el acto de alocución. En cierto modo aceptamos en respeto el
silencio, que interpretamos premeditado, impuesto en la Arqueología del Saber
por Foucault, en cuanto a una definición concreta de enunciado, a la cual sin
embargo nos fue llevando y guiando en un
ejercicio de magisterio intelectual, a través y en el cruce de sucesivos descartes orientadores y
luminosos.
5-
Como se define el archivo
Foucault, por archivo
entiende “el conjunto de los discursos
efectivamente pronunciados” que son los que en su devenir funcionamiento y transformación posibilitan la aparición de
otros discursos, y este archivo de los discursos, lo mantiene a un nivel de
superficie, no siendo de necesidad a diferencia del comportamiento que se
espera dentro de una idea historica ortodoxa
producir metodología alguna que apunte a establecer y desentrañar sus
orígenes.
Desde
la “llanura monótona e indefinidamente prolongada” donde en tono crítico
ubicaba el dominio de los enunciados se llega a otro espacio de complejidad,
con regiones diferencias en su propia heterogeneidad y en donde ya ni los
sistemas de enunciados ni las cosas se alinean con órdenes obedientes en “el
gran libro mítico de la historia” según lo propios dichos de Foucault:
“son todos esos sistemas de
enunciados(acontecimientos por una parte y cosas por otra)los que propongo
llamar archivo.” (Ibidem: 219 )
Abunda
a partir de esta declaración en advertencias , no ignora las dificultades, y de
ahí que advierte, que el alcance que le otorga al término, no lo entiende como
la suma de todos aquellos textos que una
cultura dada pueda haber emitido, catalogado, guardado, atesorado, estimándolos
pruebas de su presencia histórica, tampoco ubica hacia el interior del concepto
a las instituciones que de una u otra forma han detentado y detentan la
capacidad de selección de la “memoria” a guardar, por lo contrario, son estas sospechosas de que lo
que ha llegado hasta nosotros, no nos genere ingenuas expectativas de que sea
un ajuste correcto y exacto con todo aquello que a través de los milenios los
hombres hayan producido. Por lo tanto:
“ El archivo es en primer lugar la ley de lo que puede ser dicho, el
sistema que rige la aparición de los enunciados como acontecimientos
singulares. Pero el archivo es también lo que hace que todas esas cosas dichas
no se amontonen indefinidamente en una multitud amorfa, ni se inscriban tampoco
en una linealidad sin ruptura, y no desaparezcan al azar sólo de accidentes
externos.” (Ibidem: 219, 220.)
También
aquí Foucault, se esmera en decir lo que en principio no es el archivo, no es
por supuesto, quién custodia al enunciado ni ejerce la salvaguarda del mismo
para memorias futuras que procurarán procesarlo e interpretarlo, tampoco es
quién deba recoger, dice en uso
afortunado de hermosa licencia poética,
“el polvo de los enunciados que han vuelto a ser inertes y permite el milagro
eventual de su resurrección”,
También
somos suficientemente advertidos, de no reificar el concepto archivo hasta
pretender que el mismo deba soportar la responsabilidad de abarcar en forma
total, el archivo de una sociedad dada, de una cultura o de una civilización.
El archivo ronda esa zona de proximidad con nosotros, pero que no está, no debe
estar, en ese tiempo específico de nuestro presente, pero en su decir
insustituible, Foucault nos recuerda que “ es lo que fuera de nosotros, nos
delimita.
El cierto asombro que despierta el
análisis del concepto, quizás se debe ubicar para encontrarlo, en ese ubicarnos
fuera de la temporalidad que abriga comodidades al despejar conjurando las
rupturas de la historia que de otra manera generan incertidumbres y en ese
diálogo con la comprobación de nuestras identidades puestas en conjugación con
las variables de las distinciones. Instituye y obliga a aceptar nuestras
diferencias, la racionalidad ubicable en la diferencia de los discursos
escogidos, en las historias los diferentes tiempos, y caro a la antropología
social, nuestro “self”, nuestro yo, las diferentes máscaras. No creemos casual
en un pensador fino, inteligente, sútil, como Foucaul, que finalice este
espacio dedicado al archivo diciendo:
“ El derecho de las palabras-que no
coincide con el de los filólogos- autoriza, pues a dar a todas estas
investigaciones el título de arqueología. Este término no incita a la búsqueda
de ningún comienzo; no emparenta al análisis
con ninguna excavación o sondeo geológico. Designa el tema general de
una descripción que interroga lo ya dicho al nivel de su existencia: de la
función enunciativa que se ejerce en él, de la formación discursiva a que
pertenece, del sistema general de archivo de que depende”. (Ibidem: 223).
Bibliografía consultada:
·
FOUCAULT,
Michel, 1997, LA ARQUEOLOGÍA DEL SABER, Siglo XXI, editores, España.
·
________________,
1984, LAS PALABRAS Y LAS COSAS, Planeta-Agostini, España.
·
DELEUZE, Gilles, 1987, FOUCAULT, Paidós, España.
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