miércoles, 2 de marzo de 2016

Reflexiones antropológicas acerca del miedo social en el Uruguay actual









“Se inició la Edad de Oro, la buena fe y la justicia eran las únicas leyes.

No se conocían  todavía los motivos que impulsaban  al  hombre ni los suplicios.”

La Metamorfosis. Ovidio. c. año 1 d.c.

Miedo: perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o mal que realmente amenaza o que se finge en la imaginación.  
Diccionario de Psicología.

“La dominación entre los animales, consiste en comer, beber y copular primero, siendo estas precedencias el origen de las jerarquías en el reino animal” 
 Dr.Henri Laborit. Investigador. Francés.


“Un león que se lanza sobre una gacela no es en lo conceptual más agresivo que un ama de casa que obtiene su filete en la carnicería, no hay en ninguna de las conductas enemistad u odio, todo se reduce a solucionar un problema de alimentación.”
 idem

“Toda pena que no se deriva de la más absoluta necesidad, es tiránica”. 
Montesquieu.

“Llama mi atención al estudiar las leyes inglesas que existan 160 acciones que son penadas con la muerte . La mayoría pequeñas faltas.  
 Mirabeau. Observaciones de un viajero en Inglaterra. 1778

“No se puede llamar justa la pena de un delito cuando la Ley no ha procurado con diligencia el mejor medio posible de evitarlo. Perfeccionar la educación constituye el medio más seguro, al mismo tiempo que el más difícil, de evitar delitos.
Cesare De Beccaria. De los delitos y de las penas.1764




I -      El  necesario malestar del miedo                                   
  i.            Algunas Reflexiones
El hombre, o si ya queremos ubicarlo en la taxonomía  y  reino que se  le  adjudica , el Homo sapiens sapiens,  trabajoso amén de maravilloso   y paciente diseño de la Evolución, ha vivido, ha sobrevivido y ha  logrado suceso  como género y especie  entre otras variables, desde, con  y permanentemente  interpelado  por    sus  miedos .
No le es éste , o no debería ,  ser  un sentimiento extraño a su existencia  siempre azarosa ,  animal entre animales, omnívoro carente de defensas, definidas  en las grandes  garras y enormes colmillos de otros animales carniceros,  necesitado aspirante a predador perdido entre majestuosos predadores, hubo entonces que desarrollar desde la necesidad extrema,  extrategias y habilidades para superar su condición de víctima en la inmutable cadena trófica que une a todos los seres  y metamorfosear   su primigenia condición carroñera   en  hábiles   y eficientes destrezas de  cazador recolector.
Casi sin apercibirnos,  escasos siempre de tiempo  para la pausa y  reflexión  de nuestra cotidianeidad,  hemos aceptado  olvidar la función de  tal emoción , variable no aleatoria ni menos aún superflua , por el  contrario  imprescindible función a su seguridad , producto último de   pura  selección natural, análoga al dolor físico, en cuanto hace a  la generación de alertas de   protección, propia y del grupo en cuyo interior refugia su mucha humanidad  y  su escasez de  naturaleza  variable de suma importancia al momento de medir su  capacidad de  gestionar  su sobrevivir   y en consecuencia  sus   mayores probabilidades de   éxito evolutivo, a la   procreación de   más hijos  aptos a  perpetuar la especie .
Olvidamos entonces sin mayores culpas, tal como usualmente lo hacemos desde el encumbramiento de nuestra soberbia humanidad con todo aquello que con impertinente tozudez nos recuerda el  Reino animal ,  que el temor  que acompañó   los días y las noches de nuestros ancestros y más tarde  el de las especies    sobrevivientes,   potencialmente alienta aún en cada uno de  nosotros.  Es inevitable que un sentimiento tan perturbador,  lleve    desasosiego a  nuestra  “civilizada”  racionalidad , sobreestimada  criatura , de pretencioso y pretendido reinado, omnipotente y harto  prepotente   sobre el resto de los seres con quienes compartimos el planeta Tierra.
La  vida cotidiana, ese todo dinámico y vital conjunto de peripecias donde instalamos  nuestra individualidad  y escenario donde compartimos y socializamos necesidades , nos  acerca y enfrenta sin cesar a  episodios violentos.  Más o menos graves, más o menos próximos, pero que de cualquier manera  igualmente dañan la confianza en nuestros mecanismos de protección , sean estos aún estacionados  en estado de naturaleza,  como permeados de cultura,  son igualmente siempre frágiles, construidos ya fuere desde y con la utilización de  destrezas y habilidades en el uso de tecnologías devenidas en armas o ya en los siempres permeables y frágiles   contratos  culturales de convivencia en los que   enconmendamos  con más fe que racionalidad el seguro transcurrir   de nuestro diario vivir.
A estos acontecimientos , se les comenta,  interpreta,  jerarquiza y se les proporciona en el imaginario del grupo   un nivel  de amenaza que será proporcional no al hecho en sí, fuera de toda medición, sino  a las características acumuladas de incertidumbres y temores  que recorran el  interior de la comunidad amenazada . También se  intentará, reactivamente, tomar  medidas  hábiles a su  protección y salvaguarda .
Tampoco aquí nos encontramos con algo nuevo. Siempre a través de los tiempos la vida del hombre ha estado determinada  por la inseguridad  y signada por  la incertidumbre y ciertamente  condicionada absolutamente desde la  vulnerabilidad racionalizada que hace posible pensar  la amenaza como  un daño  real.
Ya el propio relato bíblico en su construcción abunda en violencia,  casi que nos inicia a la historia sagrada de la especie con un episodio fratricida. Nada extraño estamos seguros a la dura realidad desde los tiempos de vagar por  las llanuras africanas en donde luchar  por la vida era la única y verdadera  actividad a tiempo completo.  Y así lo encontraremos  en los mitos fundantes, sin excepción, surgirá desde formas y figuras antropomórficas o no,  la violencia, la muerte y por cierto que su efecto mayor, el miedo,  causando profundo malestar en el seno social profundo y desencadenará  necesidad y búsqueda  de remedios a  angustias existenciales generadas en esos  miedos atávicos trasmitidos, y   la necesidad de buscar  espacios esperanzados en el mundo espiritual y enlazar los problemas de la existencia material  en relación directa con el mundo no racional de lo divino como superior a lo humano .
Podemos entonces asumir, que estos miedos no son nuevos, son aquellos miedos, puestos en nuevos escenarios. No deberíamos hacer al respecto  calificaciones de valor. Aquel miedo nocturno cobijado  en los fuegos ancestrales, cuando  ser comida,   era una posibilidad cierta y con mucha probabilidad de concretarse,  es también este miedo de hoy .
II-  El Otro
Es  aquí donde irrumpe en el escenario del cotidiano moderno ,  malvenido, odiado, temido,  otro de los agonistas de este drama. Ese personaje , daño colateral se le denominaría ahora,  de los tiempos de los primeros asentamientos humanos,  de la naturaleza domesticada y del hombre en cultura, tiempos que dejaron de ser crudos , tiempos  de los primeros excedentes y por tanto de la propiedad. Del tuyo y del mío.   Es el perturbador, el transgresor a la norma y a la costumbre. Es ese  actor con tanta y cada vez mayor presencia en nuestra cotidianeidad : el delincuente.  Existe  idea , que nos ha impulsado  a  construir  la falacia que asocia  la  violencia , el  delincuente y al miedo,  como pertenecientes indisolublemente al mismo concepto y significación. No. Pueden ser parte una de otra, pero lejos está   la violencia con ser un fenómeno monocausal , aunque a veces tolerar esta definición simplista,  facilita la tarea de explicación y/o peor, la justificación  desde los ámbitos de poder responsables del tema.
No nos anima en este trabajo presunción alguna de novar en demasía acerca de un tema como la criminalidad,  del cual no existen dudas al respeto, es uno de los temas próximos a la vida humana en sociedad   ,del cual hoy  más se habla,  más se discute, analiza y se propone,  alrededor del mundo. Entendido éste, como  ese espacio cultural casi infinito, en donde la diversidad cultural, entendamos a ésta conteniendo lo religioso, lo económico, lo político, las costumbres y los usos de vivir, desarrollados y contenidos  a partir desde ese todo complejo cultural que el pensamiento simbólico del homo sapiens transforma en soluciones a los infinitos problemas de su supervivencia, torna de por sí difícil y difuso la definición universal del concepto crimen como hecho social , hecho social y  cultural por excelencia y por tanto de una diversidad en la construcción de sus variables que calificaríamos de infinitas,  quedando enmarcados los actos y  acción que  lo construyen de muy diversa forma sea cual fuere el espacio cultural dado. Podríamos citar infinidad de conductas que una cultura acepta, legisla y penaliza como crimen en tanto que  la cultura inmediata y  vecina toma opciones totalmente opuesta.
No importan modelos culturales, credos religiosos, sistemas políticos , etc. , siempre al interior de cada sociedad particular, el tema de lo criminal y sus consecuencias sobre la vida cotidiana de sus miembros tendrá un impacto importante en lo que hace a trascendencia como parte integral y funcional a las peripecias de cada lugar.
Desde lo cuantitativo el tema se refleja , sin acusar mayores diferencias en cuanta encuesta de opinión se lleve adelante,  que la pérdida de seguridad personal es el valor cuyo supuesto deterioro más lamenta el ciudadano  uruguayo al ser consultado. Ha superado ya desde hace unos cuantos años a otras variables como la economía, el salario, el desempleo, la salud, etc., que otrora encabezaban una y otra vez las listas. Es fácil consultarlas. Lo que no es tan fácil , es tomar justa distancia y  dimensionar el  problema  desde un abordaje  cualitativo, interpretativo del mundo emocional de las personas. Ahí donde interviene en toda su maravillosa extensión y expresión el mundo simbólico que nos privilegia en nuestra humanidad.  A decir verdad, en esos espacios cargados de simbolismos, todo parece empeorar aún más  trasladado  a  escenario tan enriquecido de subjetividad. Lo percibimos y se percibe  aumentado, distorsionado, exacerbado desde nuestra necesidad de tomar distancias de tales amenazas ciertas o imaginadas . Es algo así como una regla. Cada sociedad enmarca sus temores dentro de parámetros  más acentuados que lo que reflejan la realidad y sus amenazas, y esto se visualiza perfectamente  una vez matematizado el tema desde encuestas cuyo insumo parte de entrevistas cerradas. Así, sucede en la relación miedo social y las razones que lo causan. Parece ser que no  justifica cantidad ni calidad  con los hechos legítimos violentos.   Para el caso, enfrentadas las encuestas de opinión con los números oficiales de delitos, parecería que no debería cundir tanto temor. Menos aún si hacemos análisis comparativo con realidades de la región y del mundo.
Si queremos tener una primera idea de cómo funciona el tema al interior de una sociedad dada que estemos visitando, una lectura del catálogo de delitos y penas que conforman la ley penal en dicho lugar, nos servirá de primaria aproximación, luego, la realidad y la realidad construida socialmente desde muchos otros ángulos, muy importante por supuesto desde los medios de difusión de noticias, dirán y nos aproximarán al resto por descubrir.
III - Ellos
 A la aproximación de un tema tan complejo socialmente como es la seguridad de sus miembros ,  tanto desde lo confuso de sus límites semánticos, también actualizado en el discurso y en la opinión pública como  la seguridad pública o desde su acepción de seguridad ciudadana  actual, terminología arribada   en préstamo    desde el discurso  norteamericano de la década de los ´70s  y siguientes,   que parece en principio reducir subliminalmente los alcances de connotación, quizás en otro lapsus  capital-urbe- centrista,  extrechando el  fenómeno  a estudiar dentro de  límites    urbanos.
 Desde la observación, al enfrentar el   análisis de la información,  que es en su disponibilidad, vasta y heterogénea  aún cuando muchas veces  escasa de método ,  en todo el significado del  término  como  camino para llegar al conocimiento,   enraizado el todo  en la trama de  propias experiencias personales como operador en el sistema jurídico-policial en tareas  sustantivas en la gestión del fenómeno ,  entiendo desde este ensayo . desde su medida y  en racional  pretensión de su alcance,  manifestar  hábil y  pensar sostenible  que cualquier hipotético modelo social de  convivencia pacífica  y todo pretendido modelo de  orden público para un  grupo social  dado,  será imposible en tanto se lo intente construir desde ejes donde el  haz de medidas  de control del tema y las soluciones así diseñadas  estén permeadas y contaminadas desde su primer boceto  ,  en el predominio de  una visión ideológica e histórica conceptualmente represiva, en las cuales  al momento que el sistema visualiza e individualiza al Otro que no ajusta su conducta al modelo al uso,  lo etiqueta y prejuicia  , e  intenta torpe y tozudamente en instalar en su alrededor cual otra invisible prisión, todo un sistema compuesto de  vanas operaciones de  modelaje social conducente a instalar en ese Otro extraño y amenazante,   reglas de  ciudadanía correcta. Lo que se   pretende  es esencialmente suprimirlo en la especificidad de su  problema  y termina de uno u otro modo  gestionándolo cual  enemigo capturado, en el olvido que  lejanos son los tiempos seudo científicos de César Lombroso y su  hipótesis del  criminal nato, desarrollada desde su obra mayor publicada en 1876 “ L´Uomo delinquente”, ideas que desde su teoría del criminal atávico en un principio deslumbraron al mundo científico de la época y también al público lego al que fascinaba la idea de “etiquetar” a sus congéneres rasgos fenotípicos pero desconociendo los alcances de la genética, heredables y congénitos, por otra parte  casi siempre asociados a la concepción de  fealdad, al pobre miserable, al deforme, al minusválido,  en definitiva al diferente.
 Para nada se observaba  lo social como  factor de peso y  presencia en el desarrollo de conductas desviadas, por el contrario encontraba en un determinismo biológico  las causas que conducían al individuo a criminalizarse, y más aún, entendía que tal determinación era posible encontrarla en los rasgos físicos del individuo desde las cuales podían identificarse a priori los individuos proclives a la criminalidad,  ideas que fueron populares,  defendidas con ardor  y aceptadas en su momento ,  olvidadas y rechazadas  hoy desde nuevos y sólidos  paradigmas científicos,   aceptados universalmente por  la comunidad de cientistas sociales y desde los cuales ya nadie discute la importancia del medio social en la gestación de conductas desviadas.  También si escudriñamos más allá  aún los tiempos , encontraremos aquellos la racionalidad dominante hacía del  extraño  su contrario y por lo tanto justo y conveniente, esclavizarlo ,  matarlo y/o comerlo.
 En el actual escenario  planetario que compartimos,  bien cierto que también existen  perversas  diferencias que puestas en evidencias, miradas y vistas, producido el extrañamiento ante tanto prójimo durmiendo debajo de cartones, carroneando desechos, etc., bien es cierto que no tenemos en cuenta  nuestra  pertenencia al mismo género y especie  que estamos contemplando, nos protegemos desde una ajenidad que realmente es una de las causas principales del fenómeno. Siendo expresamente  la cultura desde sus usos y costumbres específicas la que aporta los alcances de nuestra conducta y la valoración de nuestros actos desde el interior de la misma es claro que en ella se encuentran las claves. Las claves  culturales nos puede  hacer diferentes con el Otro,  nunca distintos.
 III -Nosotros
La opinión pública en Uruguay, y en   la intimidad de su interior donde se acomoda sin esfuerzo todo ese enorme miedo social al delito y podríamos casi que agregar pánico al delincuente, o mejor aún desde la precisión, pánico al estereotipo humano delincuencial, dibujado desde el etiquetamiento, muchas veces racista, la mayor de las veces clasista y en casos cada vez más frecuentes, xenofóbicos,  de ciertos rasgos fenotípicos, que siempre se corresponden en los países de la región, con el tipo humano “aindiado”, pardo, negro, o cualquier otro prototipo que conforma ese fenómeno perverso que se construye tanto desde el interior de las fuerzas policiales, todavía ancladas y perdidas en el maniqueísmo conceptual alimentado desde una verdadera sub-cultura institucional,  de Ellos y Nosotros,    como también desde el  resto de la sociedad el concepto de “pichi” con el cual se señala y estigma a ese Otro, generalmente pobre, mal vestido o con una vestimenta que produce una estética hoy conocida y legitimada en todos los escenarios sociales uruguayos e integrado al vocabulario vulgo como “plancha”, aún hasta en los políticos- no olvidemos el fenómeno plancha que con gran presencia mediatica llegó con sus carros y caballos hasta la Sede de uno de los partidos políticos nacionales . 

No es este  un  fenómeno  ajeno al resto del mundo,  se forma   a partir de  un discurso convertido hegemónico desde lo  continuo,   en  uso y en  costumbre,    emitido , sin que sea un dato relevante ,  explícita o implícitamente por todo el sistema y sus diferentes operadores  en forma inconsciente o no, pero no necesariamente confabulados al respeto, a otro modo que no sea  la sumisión a reglas dictadas desde  un modelo culturalmente dominante y que se expresan inequívocas al momento de jerarquizar, seleccionar, diseñar formatos y diseminar las noticias que se emiten , potentes textos discursivos   que portan en si mismo señas mas propias  de un teatro de operaciones bélico que de un escenario  civil y urbano la más de las veces .
No quedemos distraídos pensando que  estamos ante un fenómeno nacional, y que por lo tanto podemos resolverlo, en caso de hacerlo, también a nivel nacional. Nada parecido a esto, quizás el propio concepto de soberanía quede maltratado y lastimado cuando de criminalidad globar se habla. Son verdaderos  problemas para los cuales las barreras aduaneras y las fronteras no significan mayormente nada. Las variables que mueven al fenómeno tampoco se pueden controlar ajenas a la región y al mundo, sean éstas locaciones las que sean, solamente podemos resolver parte de los distintos  niveles de la criminalidad moderna .
El ignorar este sencillo análisis del problema, hará que fuere cual fueren las medidas de contención que se desarrollen,  siempre  se estará como escuchara expresar a  un jerarca de los servicios policiales “arando en el océano” y es necesario hacer el mayor esfuerzo por impedirlo,  el modo de vivir se enfrenta a un cruce de caminos, dependiendo de cual se tome serán las consecuencias en  coexistencia humana.
 Hay  un continuun en la secuencia de noticias, y es desde allí, desde una posición de privilegio, prestigio y status legitimantes a la vez que legítimos,  se emiten mensajes que  detallan  bajas y pérdidas materiales de  criminales, asumidos peligrosamente desde el mismo como un enemigo que alcanza medida de  organicidad,   acechando al tejido social del grupo desde una ominosa y difusa ajenidad amenazante, significando a tales episodios coyunturales como  triunfos   que paradojalmente legitiman a aquel  en la derrota.
 Los administradores a su  turno expropian estos episodios y los resignifican como indicadores y los exhiben interpretándolos como inequívoca señal de éxito en la lucha contra ese algo abstracto que ha dado en connotar  delincuencia como antagónico con lo no-delincuente dentro de imprecisos y difusos límites . En lo cualitativo, rápido se metamorfosea el fenómeno desde la medida humana de   persona o personas que en lo  individual o desde el conjunto contravienen costumbres y  leyes , derivando hacia un nebuloso colectivo,  orgánico y  ominoso,  que desde su   ilegalidad, con algo de inmutable e inevitable,  nos acecha como grupo y esto extrañamente lo legitima no ya en el imaginario popular, también en los restantes imaginarios que conforman el escenario social afín a este tema, compuesto por los profesionales de la política, de la prensa, de la policía  y también de lo jurídico .
No duda el emisor a la difusión de estas noticias,  legítimas en lo formal de la ocurrencia real de los hechos detallados, que estas influirán en la sensación    de seguridad que los destinatarios –en este caso la sociedad en su conjunto  percibe. Es decir el señalizador  de peligrosidad desciende en proporción directa a cuantos delincuentes se  apresan  y eliminan , que es  mas allá de cualquier otra consideración o enfoque eufemístico es la verdadera  pretensión social  al encarcelarlos y banquerizar el   término de la pena  según peligrosidad convenida jurídicamente y por lo tanto tan subjetiva como cualquier otra medida que pudiera  plantearse como remedio al problema .
 Lo bancario cuenta correntista del sistema disgusta entre otros factores en esta pretensión esencial y realisticamente punitiva . Quizás podríase acordar en principio , que de  exonerarse el tema de  su componente social, sencillo sería  planificar desde el poder estatal , con recursos que  a la  comparación pueden verse como infinitos, la planificación y ejecución de  operaciones policiales de búsqueda , detención y/o eliminación de las personas que contravienen las convenidas normas culturales de  convivencia .   La ubicación y   existencia de  zonas de la ciudad   potenciales habitats de delincuentes están perfectamente visualizadas en la realidad y de hecho subsumidas en las rutinas diarias de convivencia a nivel individual , e institucional.  Cada ciudadano tiene claro cuales zonas urbanas de la ciudad son poco recomendables y seguras en tanto que dicha inseguridad se legitima desde las instituciones que prestan servicios públicos  y muchos no se cumplen o  retacean en dichas zonas sin que desde el Estado pueda remediarse tal guetizacción de hecho.
Es oportuno aclarar que estamos reflexionando sobre los delitos contra la persona y contra la propiedad realizados mediante coacción o fuerza  que son lo que  conmueven la opinión de la población y generan lo que ha dado en llamarse sensación de inseguridad, que no es otra cosa que sentirse inseguro, desde que la seguridad personal , de la familia y del grupo es un factor de jerarquía en las emociones humanas desde sus etapas primigenias, no siendo por tanto un rasgo que aparezca en la modernidad. También es un rasgo que compartimos con todas las demás especies no humanas.
Existe una evidente contradicción , a la cual aparentemente somos todos mayormente distraídos y/o indiferentes, entre la visibilidad casi que reificada del fenómeno de la criminilidad y su consecuencias en episodios de inseguridad y en construcción de miedos sociales, y el pensamiento, estudio, investigación  del mundo académico.  Casi que lo poco o mucho que el tema amerite atención erudita, pasa y se desarrolla  en las universidades, en los institutos de investigación, en las asociaciones internacionales regionales y mundiales, en los foros y en los posgrados, generando y prducciendo un conjunto tal de literatura técnica, totalmente ajena al mundo lego. Este panorama común a lo que sucede en el mundo, llevado a la realidad de nuestro país, aún empeora de que las disciplinas que mayoritariamente se ocupan del tema, el derecho penal la observa superficialmente y la criminología está presente desde su ausencia.

No es éste un  tema menor remarcar  la ausencia de legitimación académica que portan la mayoría de las opiniones, exageradamente pródigas en éstos tiempos en que la inseguridad y el miedo, venden y venden mucho, y no estoy precisamente y/o únicamente pensando en rejas y alarmas de todo tipo y tamaño, la mayoría de dudosa utilidad, sino que también desde los discursos de poder que nos llegan desde los distintos actores que conforman el panorama de la élite en los estamentos políticos, tanto oficiales como opositores, en donde el tema brinda jugosos dividendos y a encumbrado a los que del mismo se ocupan a posiciones de vedetismo político, desconocidas no demasiadas décadas atrás, cuando el Ministro del Interior era un Ministro de Gobierno y no un operador policial más. Salvo una materia de escasas 60 horas y optativo al título de Doctor en Leyes que brinda la Facultad de Derecho, en el país extrañamente no existe la Criminología como oferta de carrera universitaria. Por lo tanto, salvo algún ilustre cociudadano formado en el extranjero, o propiamente un profesional extranjero, no hay investigadores abocados exclusivamente al tema criminológico. Si le aborda desde otras  prestigiosas tiendas académicas, como pueden ser la Sociología, la Antropología y el Derecho Penal desde donde hay surgido importantes trabajos de aproximación seria y severa al tema. Igualmente no parece ser suficiente. Y no lo parece desde el momento que cuantitativamente se ha medido el sentir de los uruguayos y los mismos sienten su inseguridad como uno de sus principales problemas, dejando atrás, aquellos siempre presentes anhelos de más y mejor trabajo, salud, vivienda, salarios, etc. , hoy las mediciones -y las manifestaciones públicas y populares cada vez que un hecho violento conmueve el tejido social- se manifiestan en la petición cada vez más exigente de más y mejor seguridad. Una y otra vez  y cada vez con mayor frecuencia se alzan voces que  claman  por la presencia del Ejército patrullando la ciudad. Ya aparece el esquema en las plataformas político-electorales de algunos candidatos que proponen en analogía a los servicios que las Fuerzas Armadas prestan como cascos azules de la ONU, verdaderas misiones de pacificación de los espacios territoriales de la ciudad y zonas metropolitanas, que se les conoce y reconoce como “zonas rojas” significativo color que connota violencia y sangre, y es así que se les conoce a barrios de la periferia montevideana.
Como parte integral, creemos desde este modesto ensayo, de una excesiva aplicación de sentidos comunes, por tanto cambiantes y diversos, acomodados a las distintas realidades, reactivos a situaciones de mucha resonancia negativa por su gravedad, y a la falta de verdadera investigación sobre el fenómeno, que desde su explicación amerite el análisis de las causas y desde ahí se construya una verdadera estrategia de estado, permanente en el tiempo. Hoy vemos grandes espacios sociales invadidos por el Plan 7 Zonas, son los mismos que en un  ayer muy reciente lo fueran  por los megaoperativos  con gran estruendo y escaso resultados prácticos, y   que por tierra y aire  llevara a cabo el Ministerio del Interior en una clara militarización en sus tácticas, de lo que sin duda es un problema de fuerte contenido social y de los cuales no se publicitó al menos ninguna evaluación o crítica, simplemente se desecharon y cayeron en el olvido. Los resultado no fueron otros que construir noticias violentas, generar por tanto climas ominosos que aumentando la sensación de amenazas ante ese escenario construido y diseminado a los hogares con excelente técnica cinematográfica por la televisión, nos mostraban verdaderos escenarios bélicos, en donde gente que no parecían ser iguales a “nosotros” en calles que no eran como las “nuestras”, en definitiva en un lugar que no parecía pertenecer a “nuestra” ciudad ni a “nuestro” País,   personas uniformadas de negro, encapuchadas, con una utilería militar de ataque y defensa que les daba aspecto no humano, interpelaban por la vía de la fuerza, invadían su privacidad, les exigían identificarse, mostrar sus pertenencias, aceptar contra su voluntad ser registrados corporalmente, etc., todo un conjunto de conductas que  ávidamente consumidas en vivo y en tiempo real, con el sonido y estruendo ensordecedor y angustiante de un helicóptero que con definida intención aterrorizaba a propios y ajenos,  por una opinión pública dispuesta y exacerbada y con logros en rating importantes y exposición pública de jerarcas responsables políticos y profesionales del tema que quizá no imaginaron nunca sus antecesores que lograrían tal vedetismo y presencia casi glamourosa en los medios en esta Sociedad de la Comunicación en la cual aparentemente deberían ser más conocidos otros operadores sociales en áreas de creación y desarrollo intelectual . Esa ajenidad, esa lejanía de ese Otro que está por ahí en ese mundo vago e inconcreto de las “zonas rojas” , “barrios conflictuados” “de contexto crítico” o tantos otros eufemismos para llamar a los barrios pobres,  construida y legitimada desde un accionar desde todo punto de vista erróneo, desde que estimagtiza y etiqueta , desde que “militariza” un problema social, ha sido evidentemente un retroceso muy grande en el manejo institucional del problema.
 Hay una simple operación de razonamiento, que pese a caer por su propio peso no vemos en el horizonte de cuanta estrategia se esté llevando adelante. Solamente achicando, cuantitativamente y cualitativamente,  el tamaño de tales concentraciones de personas en  situación crítica y por lo tanto vulnerables a la sub-cultura del delito, se podrá atenuar el crecimiento del malestar de miedo y porqué no, evitar esa sangría económica de mantener en prisión más de 10.000 uruguayos en prisión para los cuales así mismo es imprescindible construir cada vez más y mayores cárceles. Todo un círculo perverso. Peor visto aún, desde los índices de reincidencia que ponen fría y dura lápida sobre cualquier idea acerca de la capacidad potencial de rehabilitación que la privación de libertad y la prisión puedan ofrecer como  solución futura. Vemos y no compartimos una policialización cada vez más fuerte del tema, quizá presionados los responsables por una opinión pública exacerbada y no racional, que pide más y más “mano dura” y aparece la figura ominosa y constructora de más violencia y miedo que es la novel y ya célebre  Guardia Republicana oculta dentro de  sus negros y ominosos uniformes deshumanizantes y que parece escapada de aquellos los versos de Lorca que muchos creen causaron su terrible muerte en la noche de ...  Si la idea era causar miedo,  puedo asegurar  que lo lograron. Causan mucho temor y también pegan. Le llamo a ese fenómeno el Síndrome de la Naranja Mecánica.




A la violencia la respuesta la respuesta parece ser la de los más violentos.
El mundo es hoy, valga lo redundante,  planetario, y junto con la  globalización que es uno de sus efectos, es el fenómeno que por estas tierras, y por otras del mundo, sustituyó  a otros fenómeno nos no menos globales a la proporción e importancia  como el  colonialismo   Este nuestro inmenso vehículo no se ha quedado literalmente quieto nunca, pero también en   cada momento de su tiempo social estuvo determinado por lo que se han dado en  mal llamar  revoluciones .



 Así atravesó la aventura humana distintas etapas,  los tremendos cambios que trajeron a las relaciones entre los pueblos y a la vida cotidiana de sus individuos, los cambios comerciales y  mercantiles  del siglo XIV, el avasallante avance de la  industria  del XVIII con cambios enormes en lo social cultural que aún perduran , vasta nomás nombrar la vida sujeta a los horarios fabriles y el reloj mecánico sustituyendo el  sol   y  hoy,   la divinidad  tecnológica omnipresente en nuestra vida y a la cual  ha hecho dependiente, y que  hace sobrevolar  sobre nosotros  las angustias de aquella criatura hecha a medida por el Dr. Frankestein en su gabinete y al  que  acude e interpela, con ira e indignación,    exigiéndole   aquello  que no pudo darle,  aquello de lo cual quedó huérfano, felicidad y que lo saque de la soledad a la cual lo condenó desde su soberbia científica. Un indignado imaginado, muchos años antes de los indignados que hay poblado los últimos tiempos las grandes ciudades de Europa y Brasil con sus demandas inconcretas para un sistema demasiado abstraído en los números como para comprender las letras.
 Todas ellas importaron a lo social cultural, cambios enormes que significaron también enormes problemas.


 Hoy el mundo consumo, alimentado por un modelo que prioriza el tener sobre el ser, y donde lo material anula lo espiritual, también está marcando profundamente las relaciones   de ese maravilloso animal social que es el Homo sapiens sapiens. 





 Y… arriesgamos opinión, en un escenario tan conducente  al egoísmo, es casi natural que aquellos que no tienen, no importan demasiado aquí lo justo, sino la realidad maduren en las mazmorras sociales de sus casuchas de lata y cartón, las mejores estrategias de caza y recolecta, desde las cuales  llenar  necesidades reales e imaginadas. El pan y el celular, la leche y los “championes”(deportivos) de marca. 
Montevideo, 2013


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