NUTRICIÓN HUMANA EN EL MUNDO EN DESARROLLO
Michael C. Latham
Profesor de nutrición internacional
Universidad de Cornell
Ithaca, Nueva York, Estados Unidos
Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación
Colección FAO: Alimentación y nutrición N° 29
Profesor de nutrición internacional
Universidad de Cornell
Ithaca, Nueva York, Estados Unidos
Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación
Colección FAO: Alimentación y nutrición N° 29
Capítulo 4
Factores sociales y culturales en la nutrición
En casi todos los países, los factores sociales y
culturales tienen una influencia muy grande sobre lo que come la gente,
cómo preparan sus alimentos, sus prácticas alimentarias y los
alimentos que prefieren. Sin embargo, los hábitos y prácticas
alimentarias son rara vez la causa principal, o importante de la
malnutrición. Por el contrario, muchas prácticas son
específicamente diseñadas para proteger y promover la salud; un
ejemplo es suministrar a las mujeres alimentos abundantes, densos en
energía, durante los primeros meses después del parto. Es verdad
también, que algunas prácticas alimentarias tradicionales y
tabúes de ciertas sociedades pueden contribuir a deficiencias
nutricionales en grupos específicos de la población. Los
nutricionistas deben conocer los hábitos y prácticas de
alimentación de las comunidades donde trabajan, de manera que puedan
ayudar a reforzar los elementos positivos y luchar para cambiar los
negativos.
LOS HÁBITOS ALIMENTARIOS Y SUS
ORÍGENES
Las personas tienen sus propias preferencias, rechazos y
creencias respecto a los alimentos, y muchas son conservadoras en sus
hábitos alimentarios. Se tiene la tendencia a aceptar lo que las madres
preparaban, los alimentos que se servían en ocasiones festivas o los que
consumían lejos de casa con amigos y familiares durante la infancia. Los
alimentos que los adultos comieron durante la infancia raramente no son
aceptados posteriormente.
Sin embargo, lo que una sociedad considera como normal o
inclusive muy deseable, otra lo puede considerar como repulsivo o inaceptable.
Muchas personas en Asia, África, Europa y el continente americano
generalmente consumen y aprecian la leche animal, pero en China, rara vez se
consume. Las langostas, los cangrejos y los camarones se consideran alimentos
valiosos y delicados por muchas personas en Europa y América del Norte,
pero son repulsivos para otras tantas en África y en Asia, sobre todo
para quienes viven lejos del mar. Los franceses comen carne de caballo y los
ingleses generalmente no. Muchas personas se deleitan con carne de monos,
serpientes, perros y ratas o comen ciertos tipos de insectos, muchas otras
encuentran que estos alimentos son muy desagradables. La religión puede
tener una importante función en prohibir el consumo de ciertos platos.
Por ejemplo, ni los musulmanes ni los judíos consumen cerdo, mientras los
hindúes no comen carne y con frecuencia son vegetarianos.
Los hábitos alimentarios difieren mucho con respecto a
cuáles son los alimentos de origen animal que se prefieren, gustan y
consumen. Los alimentos en cuestión, comprenden muchos que son ricos en
proteína de buena calidad y que contienen hierro hemínico, los
cuales son nutrientes importantes. Las personas que no consumen tales alimentos
carecen de la oportunidad de obtener con facilidad estos nutrientes. Por otra
parte, quienes consumen en exceso carne animal, algunos alimentos marinos,
huevos y otros alimentos de origen animal tendrán cantidades indeseables
de grasa saturada y de colesterol en la dieta. El consumo equilibrado es la
clave.
Relativamente pocas personas o sociedades se oponen al consumo
de cereales, raíces, legumbres, hortalizas o fruta. Pueden tener fuertes
preferencias y gustos, pero la mayoría de quienes comen maíz
también comen arroz, y casi todos lo que comen arroz,
comerán productos a base de trigo.
Se dice con frecuencia que los hábitos alimentarios
rara vez o nunca cambian y que son difíciles de modificar. Esto no es
cierto; en muchos países los alimentos básicos actuales no son los
mismos que se consumieron inclusive hace un siglo. Los hábitos y las
costumbres alimentarias cambian y pueden ser influenciadas en formas diferentes.
El maíz y la yuca no son nativos de África, aunque ahora son
importantes alimentos básicos en muchos países africanos. Las
patatas se originaron en el continente americano y más adelante se
convirtieron en un importante alimento en Irlanda.
Las preferencias alimentarias no se establecen ni se eliminan
por caprichos y aficiones. Frecuentemente los ajustes se originan en cambios
sociales y económicos que se llevan a cabo en toda la comunidad o
sociedad. El asunto importante no es qué tipo de alimentos se consume
sino más bien, cuanto de cada alimento se come y cómo se
distribuye el consumo dentro de la sociedad o de la familia.
La tendencia de muchos asalariados es gastar la mayoría
de su sueldo en pocos días después de haberlo recibido, casi
siempre resulta en una dieta familiar de valor nutritivo variable. La familia
come mucho mejor justo después de un día de pago que antes del
siguiente. Los salarios muchas veces se reciben mensualmente y, por lo tanto,
parece indudable que un cambio a pagos semanales mejoraría la dieta del
asalariado y de su familia.
La persona que controla las finanzas familiares influye
(deliberadamente o sin intención) en la dieta de la familia y los
alimentos que se dan a los niños. En general, si las madres tuviesen
algún control sobre las finanzas, la dieta familiar sería mejor.
Cuando la madre tiene poco control sobre los ingresos de la familia, los
arreglos alimentarios pueden volverse casuales o inclusive peligrosos.
La educación nutricional ha tenido una importante
influencia en los hábitos alimentarios, pero no siempre ha sido positiva.
Felizmente, ya pasó el momento en que los nutricionistas promovían
costosos alimentos ricos en proteínas a personas que no los podían
comprar. Desgraciadamente, la tendencia de escoger alimentos o nutrientes sea
para promoverlos o para prohibirlos, no ha desaparecido, como tampoco la
tendencia a tratar de enseñar mediante el temor y quitando el placer de
comer. Sin embargo, el cambio siempre surge en forma lenta y los antiguos
hábitos difícilmente terminan; las personas a que aprendieron
estas antiguas lecciones son aún responsables de alimentarse a sí
mismas y a sus familias, y pueden encontrar que es problemático cambiar
de nuevo.
VENTAJAS NUTRICIONALES DE LOS HÁBITOS ALIMENTARIOS
TRADICIONALES
Las dietas tradicionales en la mayoría de las
sociedades en los países en desarrollo son buenas. Generalmente se
requieren solamente cambios menores para permitir satisfacer las necesidades de
nutrientes de todos los miembros de la familia. Aunque la cantidad de alimento
consumido es un problema más común que la calidad, este
capítulo enfoca los tipos de alimentos y hábitos
alimentarios.
Comer ciertos alimentos ricos en proteína, como
insectos, serpientes, monos, mangostas, perros, gatos, alimentos marinos poco
comunes y caracoles, es definitivamente benéfico. Otro hábito
nutricionalmente bueno es el consumo de sangre animal. Algunas tribus africanas
punzan la vena de una res, sacan un recipiente lleno de sangre, paran el
sangrado y consumen la sangre, por lo general después de mezclarla con
leche. La sangre es un alimento rico y mezclado con leche muy
nutritivo.
Una costumbre que se encuentra con frecuencia entre los
pastores y otras personas es tomar leche agria o cuajada, en vez de fresca. La
leche agria no pierde su valor nutritivo, pero a menudo reduce de modo
sustancial el número de organismos patógenos presentes. En
comunidades donde el ordeño no se realiza con buena higiene y donde los
recipientes en los que se recibe la leche quizá están
contaminados, es más seguro tomar leche agria y no leche fresca. La leche
hervida es más segura.
En muchas sociedades, por ejemplo en Indonesia y en partes de
África, fermentan de manera parcial los alimentos antes de consumirlos.
La fermentación puede mejorar la calidad nutritiva y reducir la
contaminación bacteriana de los alimentos.
El uso tradicional de ciertas hojas de color verde oscuro
entre comunidades rurales es otra práctica benéfica que se debe
estimular. Estas hojas son fuentes ricas de caroteno, ácido
ascórbico, hierro y calcio; además, contienen cantidades
útiles de proteína. Las hojas verde oscuro no cultivadas o
silvestres, como las hojas de amaranto, lo mismo que las de alimentos
cultivados, por ejemplo calabaza, batata y yuca, son mucho más ricas en
vitaminas que las hortalizas de hojas pálidas de origen europeo, como el
repollo y la lechuga. Muchos horticultores expatriados en África han
intentado, a menudo, que los lugareños cultiven hortalizas europeas en
vez de sus hortalizas tradicionales.
Muchas frutas silvestres son ricas en vitamina C; un ejemplo
es la pulpa de las vainas del baobab, que se consume con frecuencia en
África. Los métodos de preparación tradicional de granos
suministran un producto más nutritivo que la molienda a máquina.
Algunas comunidades hacen germinar semillas de legumbres antes de la
cocción, lo cual mejora su valor nutritivo, como el humedecer los granos
de cereal enteros antes de procesarlos para fabricar las cervezas locales y
algunas bebidas no alcohólicas. Estas semillas y granos por lo general
tienen un alto contenido de vitaminas del complejo B. Por último, no se
puede dejar de enfatizar el método de alimentación tradicional
para recién nacidos - amamantarlos al pecho - es nutricionalmente
superior a la alimentación con biberón (véase el
Capítulo 7).
TABÚES ALIMENTARIOS
Numerosos hábitos y costumbres alimentarias son
inadecuadas desde el punto de vista nutricional. Algunas prácticas son el
resultado de percepciones tradicionales sobre los alimentos que son susceptibles
de cambiar por la influencia de pueblos cercanos, viajes, educación, etc.
Otras prácticas alimentarias están ligadas a la existencia de
tabúes.
Un tabú puede existir en un país, en una tribu,
en parte de ésta, o en ciertos grupos de la población. Dentro de
una sociedad puede haber costumbres alimentarias definidas en grupos de mujeres
y niños, o mujeres embarazadas y niñas. En algunos casos las
costumbres alimentarias tradicionales tienen que ver con un grupo de edad en
particular, y en otras ocasiones un tabú puede estar relacionado con una
determinada ocupación, como la caza. Otras veces, para algunos
individuos, el tabú puede haber sido causado por algún suceso
particular, como una enfermedad o una ceremonia de iniciación
religiosa.
Aunque estos temas corresponden al campo de la
antropología, es importante para un nutricionista estar familiarizado con
las costumbres alimentarias de las personas con el fin de estar capacitado para
mejorar su estado nutricional a través de la educación en
nutrición u otros medios. Es evidente que la antropología y la
sociología son importantes para el trabajador de la nutrición que
está investigando o tratando de mejorar el estado nutricional de
cualquier comunidad.
Algunas costumbres y tabúes tienen orígenes
conocidos y bastante comprensibles, aunque los motivos originales quizá
no se conozcan en la actualidad. Una costumbre se puede haber convertido en
parte de la religión de una persona. Por ejemplo, el tabú
judío contra el cerdo es probable que se introdujera para eliminar la
tenia, prevalente en el cerdo, y que se consideraba mermaba la fuerza del pueblo
judío. Aunque 2000 años después es posible comer cerdo sin
peligro, los judíos no consumen esta carne. Los musulmanes comparten
estas ideas sobre el cerdo. En ninguno de los casos éste es un
tabú nutricionalmente dañino.
Muchos tabúes se relacionan con el consumo de alimentos
ricos en proteína animal, sobre todo en grupos de comunidades que los
necesitan. En África, hay un tabú sobre el consumo de huevo, que
está desapareciendo rápidamente. Este tabú afecta en
general a las mujeres, al creer que si comen huevos se vuelven estériles.
La conexión psicológica entre la fertilidad humana y el huevo es
obvia. En otros lugares, la costumbre tiene que ver con los niños,
quizá para desanimar el robo de huevos de gallinas ponedoras, lo cual
pondría en peligro la supervivencia de estas aves. Otras costumbres
también afectan, a menudo, a mujeres y niños en relación
con el pescado. Estas costumbres pueden ser un tabú, pues las personas
que no están acostumbradas al pescado no le gusta simplemente porque
encuentran que su olor es desagradable o por su apariencia que es
«semejante a una serpiente». Muchas culturas se resisten al consumo de
leche o productos lácteos.
Las costumbres que prohiben el consumo de ciertos alimentos
que son nutricionalmente valiosos pueden no tener un importante impacto
nutricional global, en particular si sólo uno o dos productos
alimentarios son los afectados. Algunas sociedades, sin embargo, prohiben una
amplia gama de alimentos a las mujeres durante el embarazo, por lo tanto se hace
difícil seguir una dieta balanceada.
Muchos de los tabúes que existieron hace un cuarto de
siglo y que son nutricionalmente indeseables, se han debilitado o han
desaparecido como resultado de la educación, la mezcla de personas de
diferentes sociedades y los viajes. Algunos de los tabúes que permanecen
pueden parecer ilógicos y de origen oscuro, pero no es aconsejable que
individuos foráneos traten de alterar los hábitos alimentarios
establecidos, sin analizar sus orígenes. Aún más, no tiene
sentido tratar de alterar un hábito que no afecta en forma negativa el
estado nutricional.
Los hábitos nutricionalmente negativos, como cualquier
otro hábito, pueden ser cambiados por las personas que los tienen. En
este aspecto, los individuos locales influyentes se pueden unir a los
nutricionistas y convertirse en una alianza importante dedicada a erradicar la
malnutrición. Una conferencia por parte del presidente o un ministro del
gabinete, la observación de un líder respetado de la tribu que
coma algún alimento prohibido sin que sufra peligro alguno, o el retorno
a la ciudad de personas locales educadas e ilustradas, será más
efectiva que la prédica o estímulo de un forastero.
CAMBIO DE LOS HÁBITOS ALIMENTARIOS
En algunas partes del mundo los alimentos básicos han
cambiado o están cambiando. El maíz, la yuca y las patatas, que se
cultivan ahora en África en gran cantidad, se originaron fuera del
continente. Como ninguno de estos alimentos se consumía en África
hace unos cientos de años, es claro que los hábitos alimentarios
de millones de personas han cambiado. Una inmensa mayoría de africanos ha
abandonado el ñame y el mijo por el maíz y la yuca, al igual que
muchos en Europa cambiaron la avena, la cebada y el centeno por el trigo y las
patatas. Los hábitos alimentarios cambian con rapidez. La dificultad, por
supuesto, radica en tratar de promover y orientar cambios adecuados y detener
los indeseables.
Con frecuencia es difícil descubrir qué factores
han sido los más importantes en estimular o influir los cambios en los
hábitos alimentarios. El rápido aumento en el consumo de pan en
muchos países africanos, latinoamericanos y asiáticos donde el
trigo no es un alimento básico, es comprensible. Es por lo menos en parte
un fenómeno que ahorra mano de obra; el pan es uno de los primeros
alimentos «de conveniencia» que han estado disponibles. Antes de salir
de casa para ir al trabajo uno puede comer algunas rebanadas de pan en vez del
desayuno tradicional del plato de avena con leche, que requiere tiempo de
preparación y es desagradable cuando está frío. El pan
puede ser llevado en el bolsillo y consumirse durante un descanso de la jornada
laboral o cuando se está de viaje.
En la mayor parte del mundo, el primer alimento básico
tradicional ha permanecido constante, sin tener en cuenta la
urbanización, modernización o inclusive la
occidentalización. Por lo tanto, en gran parte de Asia el arroz es el
alimento básico preferido en áreas rurales y urbanas. Algunas
poblaciones en África, tales como los Buganda en Uganda y los Wachagga en
la República Unida de Tanzania, continúan prefiriendo los
plátanos como alimento básico. Los productos basados en
maíz, como las tortillas siguen siendo importantes en las dietas de la
mayoría de los mexicanos y de muchos países de América
Central.
Es evidente que, los cambios en los hábitos
alimentarios no son sólo accidentales y se pueden iniciar
deliberadamente. A nivel comunitario y familiar, los niños de edad
escolar pueden ser importantes agentes de cambio, dado que sus gustos y
preferencias están en formación, por lo que si prueban un nuevo
alimento tal vez les guste y lo acepten con mayor facilidad. Las comidas
escolares pueden servir para introducir nuevos alimentos a los niños y
por lo tanto influir en sus hábitos alimentarios. Esta ampliación
de la experiencia alimentaria en la infancia es sumamente importante. Los
niños pueden influir a la familia inmediata y más adelante a sus
propios niños para comer alimentos nuevos altamente nutritivos.
NUEVOS HÁBITOS PERJUDICIALES
No todo cambio es deseable y no todo nuevo hábito
alimentario es bueno. El Capítulo 7 describe en detalle los efectos
nocivos de la rápida extensión del uso de fórmulas
lácteas infantiles o de leche animal para los biberones, en vez de
amamantar a los bebés. Ésta es una tendencia alimentaria
relativamente nueva e indeseable. Menos atención se ha prestado al tema
de otros alimentos para bebés, muy promovidos y publicitados en los
países en desarrollo. Los alimentos complementarios disponibles
localmente o aquellos para el destete, preparados y producidos en el hogar y
consumidos tradicionalmente, son con frecuencia tan nutritivos o más que
los alimentos manufacturados para bebés, y son siempre más
económicos. En general, se introducen de modo gradual mientras se
amamanta y se continúa hasta el segundo año de vida y aún
más. Los alimentos manufacturados para bebés se deben promover
únicamente para quienes están en incapacidad o no están
dispuestos a continuar amamantando. Son seguros y nutricionalmente adecuados
cuando se preparan higiénicamente y en la dilución correcta. Y son
convenientes para quienes los pueden pagar. Sin embargo, los alimentos
manufacturados son costosos si se comparan con los alimentos locales, y para la
mayoría de las familias en los países en desarrollo, exceptuando a
los ricos, pueden ser una pérdida de dinero. Para las familias que ya
tienen poco dinero para gastar en alimentos y otras necesidades básicas,
estos alimentos son una forma muy costosa de adquirir los nutrientes que
anuncian tener.
Otro tipo, particularmente engañoso de publicidad, se
relaciona con productos de glucosa de los que se dice suministran
«energía instantánea». La energía está
presente en casi todos los alimentos más económicos en gran
cantidad. De modo semejante, las bebidas anunciadas como «ricas en vitamina
C» por lo general son innecesarias, pues pocos niños sufren de
carencia de vitamina C. La vitamina C se puede obtener igualmente de frutas como
guayabas, mangos y cítricos, o de una vasta gama de hortalizas.
Los alimentos para el destete denominados ricos en
proteína también son muy promocionados. Estos son productos
nutricionalmente buenos, pero cuestan mucho más que los alimentos ricos
en proteína disponibles en el mercado como frijoles, maní, pescado
seco, carne, huevos o leche. Por lo general, cuesta mucho más suministrar
100 gramos de proteína de estos productos comercialmente promovidos que,
por ejemplo, frijoles comprados en el mercado local. La pregunta esencial es
cómo una madre podría mejorar la dieta de su hijo si tuviese un
poco de dinero extra para gastar. La respuesta rara vez sería en
alimentos manufacturados para bebés.
En algunos países los alimentos básicos han
permanecido constantes, pero la prefierencia puede haber cambiado a
través de los años. Como se describe en el Capítulo 16, la
rápida difusión y popularidad del arroz refinado en Asia tuvo
desastrosas consecuencias y llevó a una alta prevalencia de beriberi, con
alta morbilidad y muertes. En muchas partes del mundo, los cereales muy
refinados como la harina de trigo, de arroz y de maíz, han reemplazado a
los tradicionales que son menos refinados y más nutritivos. En el Reino
Unido y la Federación Rusa, el pan blanco ha reemplazado al pan negro o
los panes de granos enteros y, en África oriental, la harina de
maíz refinada se compra con frecuencia y ha reemplazado a la harina de
maíz menos refinada. La urbanización, la modernización y la
sofisticación frecuentemente han llevado a dietas en las que un gran
porcentaje del consumo de energía viene de azúcares y grasas, y
conduce a un mayor consumo de sal. Todos estos son cambios generalmente
negativos desde el punto de vista nutricional.
CÓMO INFLUIR PARA OBTENER CAMBIOS
POSITIVOS
¿Qué pueden hacer los trabajadores de la salud o
los nutricionistas sobre los hábitos alimentarios, tradicionales y nuevos
en una comunidad? Pueden:
- proteger, apoyar y
ayudar a conservar los numerosos y excelentes hábitos alimentarios que
existen y son nutricionalmente valiosos;
- respetar el conocimiento y las
costumbres de la gente en la comunidad donde trabajan;
- dar buen ejemplo en sus
propios hogares, adoptando buenos hábitos alimentarios;
- influir a líderes
locales respetados para que públicamente afirmen que ellos mismos han
dejado los tabúes alimentarios negativos, y apoyarlos para que cuando se
presente la oportunidad, consuman en público alimentos
«prohibidos»;
- persuadir a la gente para que
no abandone sus buenos hábitos alimentarios o se dejen influir por los
«sofisticados» que regresan de la ciudad, que tratan de desanimar a
los pobladores rurales a comer alimentos nutritivos tradicionales, como
mangostas o moscas de lago, y los alientan a consumir y producir hortalizas de
tipo europeo en lugar de los buenos alimentos tradicionales;
- explicar las desventajas de
las harinas de cereales altamente refinadas si éstas se han vuelto
populares en el área, y abogar por el consumo de varios cereales en la
dieta local;
- adoptar los pasos descritos en
el Capítulo 7 para proteger, apoyar y promover el amamantamiento de los
niños y eliminar toda promoción de sustitutos de la leche
materna;
- disuadir a las familias
más pobres a comprar productos manufacturados para bebés y
estimularlos a usar los alimentos complementarios disponibles
localmente;
- producir material informativo
que ayude a detener el avance de la alimentación con biberón y la
compra innecesaria de alimentos costosos para bebés;
- luchar, a través del
servicio civil u organizaciones oficiales locales, para que se introduzca el
pago semanal de salarios a los empleados en vez del sistema mensual, e influir a
los trabajadores y líderes de los sindicatos de trabajadores a hacer lo
mismo;
- dar los pasos necesarios para
introducir buenas prácticas de alimentación en las escuelas
locales y otras instituciones.
* El trabajo íntegro del cual hemos tomado y compartimos el capítulo 4, está disponible en el link :http://www.fao.org/DOCREP/006/W0073S/w0073s00.htm#Contents
*Todos los derechos reservados. Se autoriza la reproducción y difusión de material contenido en este producto informativo para fines educativos u otros fines no comerciales sin previa autorización escrita de los titulares de los derechos de autor, siempre que se especifique claramente la fuente. Se prohibe la reproducción de material contenido en este producto informativo para reventa u otros fines comerciales sin previa autorización escrita de los titulares de los derechos de autor. Las peticiones para obtener tal autorización deberán dirigirse al Jefe del Servicio de Publicaciones y Multimedia de la Dirección de Información de la FAO, Viale delle Terme di Caracalla, 00100 Roma, Italia, o por correo electrónico a copyright@fao.org
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